miércoles, 10 de junio de 2009

Ochenta lunas para un planeta

Plush y el proyecto de Cacho (Carlos) Gallegos*


Pocas veces, poquísimas, podemos consternarnos en la butaca de una sala de teatro de los teatros con los que contamos en nuestro país, y esto a no ser por la desidia de la programación o también por la aridez de las propuestas, cada vez menos arriesgadas o, si se prefiere, más autoreferenciales.

La noche que vimos Plush, del Teatro de la Vuelta, compañía unipersonal, sin embargo, ocurrió la mágica sensación tantas veces deseada, absorto en la butaca, el escenario del Patio de las Comedias, empezó a desaparecer empequeñecido por un creciente y trabajador ser que obraba el milagro escénico. Carlos Gallegos, volvía tras ochenta meses alrededor del mundo.

Y es que así nació su proyecto, imaginando dar la vuelta al mundo mientras enseñaba y aprendía, y mostraba y veía todo aquello que luego metería entre sus gestos y sus tereques, como el mejor gitano escénico que un García Márquez pudo imaginar en ninguno de sus mejores relatos de realismo mágico. Hablar casi en metáfora sobre un trabajo tan serio como el de Carlos Gallegos, lejos de ser un escapismo es sin lugar a dudas el mejor de los halagos que un crítico pueda hacer: donde sobran las cosas qué decir, hay una solidez artística que habla por sí sola.

El hermoso cuerpo del Cacho, parlotea todo el tiempo. Su mimado raya en lo perfecto y apenas recuerda ciertos diseños que arduamente habrá corrido y recorrido en las clases de pantomima de la fabulosa Ecole internationale de théâtre Jacques Lecoq o aquellos momentos quedos donde con intensidad se apodera de la herramienta de la imagen que la escuela del Malayerba sembró entre sus músculos. Meses entero de repetición y creación, trabajo duro y honesto para uno de los verdaderos y más completos artistas que tiene este momento el Ecuador.

Siete años de recorrido para volver a pisar las tablas. Se llevó a un Macario donde Juan Rulfo se encotraba mudo entre vericuetos hábiles supervisados por Gerson Gerra, director de la obra con la que vuelve, este Plush. Yo tuve la suerte de poder brindarle techo en Madrid, en el año de 2004 o 2005, allí, en una parada hacia el sur, nos hicimos amigos, pero jamás pensé que cuatro años después, en una sala de teatro de Quito, me quedaría temblando frente al poder poético de su gesto escénico.





*Publicado en la revista de crítica y Artes Escénicas EL APUNTADOR no 39

1 comentario:

amanda dijo...

Papi, ya hacias falta. Que bello , que ganas , que todo. Con razòn dicen que eres el mimado de la que eres el mimado (nadie de la familia)

Ah, y eso que estabas enfermo y rodando igual apuntas.