martes, 21 de marzo de 2017

La Cultura Maltratada*


La forma en la que el alcalde Mauricio Rodas entiende la cultura ha sido cuestionada por varios sectores, que sostienen que privilegia el espectáculo por sobre el arte.
"El circuito de las artes contemporáneas en el Ecuador es reducido y muy hermético; así, se puede verificar con una revisión simple que los ganadores de una edición son miembros del jurado en otra o en los diferentes fondos concursables de otras instituciones estatales". León Sierra, defenestrado coordinador del Centro de Arte Contemporáneo, denuncia la situación de la cultura oficial en la administración del Distrito Metropolitano de Quito.
León Sierra Páez

En las últimas semanas estuve en el ojo del huracán de un intenso debate sobre gestión y política pública cultural, que nos ha permitido generar importantes reflexiones sobre el rumbo de la gerencia de la cultura en el Distrito Metropolitano de Quito, y que expongo a continuación.

Partamos del hecho claro de que administrar los recursos públicos de cultura no significa que administras la cultura y ese, aunque parezca un concepto obvio, es un detalle importante para entender las graves desviaciones que tiene la gestión del sector en la ciudad que no logra superar vicios históricos que se toleran y legitiman en la gerencia de la política cultural, como si se tratara de una seña de identidad. De entre todos los defectos de gestión, en mi criterio, hay dos que son los más peligrosos para la garantía de derechos culturales:

UNO. La ausencia de visión estratégica o de cómo tratar mal a la cultura.

La administración de lo público ha de partir del reconocimiento que tienen los ciudadanos de gozar de derechos culturales y de la obligación que tienen las instituciones de garantizarlos. En tanto la Política Pública es el continente estratégico que orienta las acciones del sector en base a unos objetivos generales, la gestión cultural es el contenido específico que define las herramientas, recursos y procesos para alcanzar esos objetivos.

Sin planificación estratégica, toda acción es errática y la Secretaría de Cultura de Quito, a cargo del fotógrafo Pablo Corral, a un poco más de la mitad del periodo del alcalde Rodas, aún no ha definido una política pública sobre objetivos estratégicos para la gestión cultural. En primer lugar, porque no cuenta con un diagnóstico actualizado ni del inventario, ni de las necesidades concretas de la ciudad (¿georeferencia? ¿Qué es eso?)… Como si la cultura pudiera obviar la tecnología y la planificación.

En segundo lugar, porque carece de una plataforma de sistematización y divulgación de las acciones realizadas, y por lo tanto, no hay un registro de la huella cultural de la ciudad como referencia, para diseñar planes estratégicos (¿repositorio? ¿Qué es eso?). Recién en enero de 2017, y a partir del modelo de gestión que propusiéramos desde la coordinación del Centro de Arte Contemporáneo, la SECU anuncia orgullosa la creación de un repositorio digital ¡Bravo! Pero ¿Sabe cómo utilizarlo en planificación y estrategia? ¿O es otra pesca de oído?

Seis meses atrás, en junio de 2016, el Secretario Corral sorprendió a la ciudad con la noticia de que se había aprobado la resolución 015 sobre derechos culturales que resultó ser (tal como lo anuncia en el primer párrafo), una declaración de principios, un tazón de agua tibia en donde, de manera elemental, se puso a remojo a todas las instituciones que conforman la “Red Metropolitana de Cultura”, un documento genérico (y pobremente redactado), en el que básicamente se resuelve que todas las instituciones de cultura del DMQ están bajo la autoridad directa de la Secretaría de Cultura pero no establece objetivos estratégicos, ni metas a largo plazo ni dice cómo estas instancias en red deberían interactuar.
Sin planificación estratégica, toda acción es errática y la Secretaría de Cultura de Quito,  a un poco más de la mitad del periodo del alcalde Rodas, aún no ha definido una política pública sobre objetivos estratégicos para la gestión cultural.
En cuanto a la gestión específica y según su propia autodefinición, la Secretaría debería: “...En base a las competencias de una rectoría que debe impulsar políticas públicas distritales, en materia cultural con énfasis en el fortalecimiento del campo de las artes y la cultura, mediante la aplicación de planes, programas, proyectos y sistemas de fondos concursables que estimulen y fortalezcan los ciclos de la producción creativa...” Pero no existen documentos que contengan esos “planes y proyectos”, no hay un modelo de gestión de la Red de Cultura en el DMQ, no se establecen roles, plataformas, instrumentos de gestión y evaluación. No existe un modelo de planificación que grafique el impacto esperado de la inversión en cultura. No se establecen los mecanismos de acceso y democratización y mucho menos los de evaluación y monitoreo o rendición de cuentas.

La conformación de la red de cultura del DMQ incluye instancias netamente municipales y otras de carácter privado que actúan con fondos públicos y con criterios absolutamente discrecionales como las Fundaciones (teatros y museos) que tienen una naturaleza contradictoria: en tanto instituciones de derecho privado aplican el Código del Trabajo y sus empleados son la mano de obra barata de la cultura en Quito; por ejemplo, si en el Municipio de Quito bajo la LOSEP el salario más bajo es el de cuidador de servicios higiénicos con 543 USD, en la Fundación Museos de la Ciudad un mediador educativo con grado universitario y hasta maestría gana 600 USD, trabaja los fines de semana en horario rotativo y solamente tiene quince días de vacaciones al año. Por otro lado, las fundaciones son mecanismos cuasi discrecionales de contratación de bienes y servicios culturales que están en permanente disputa y, programan espacios simbólicos de legitimación (teatros y museos) que también son altamente codiciados por los actores culturales, pero lo hacen sin una plataforma estratégica que garantice la democratización del acceso a esos recursos; termina siendo campo de batalla del siguiente gran problema:

DOS. Prácticas clientelares y de grupos de presión particulares.

Sí, mi estimado lector, entendió bien, se trata de erradicar lo que se conoce como “las argollas”. La gestión de lo público debe democratizar el acceso a bienes y servicios, promover la participación activa de todos los sectores involucrados y garantizar la transparencia de las acciones. Esta es una trilogía dorada que blinda a cualquier administrador de ser víctima de la arquitectura del chantaje sobre los recursos públicos y esto solamente se logra con una planificación estratégica sólida; sistemas eficientes de accesibilidad, publicidad y transparencia de la gestión, elementos de los cuales carece la ciudad de Quito al día de hoy.

En esta administración, la Secretaría de Cultura parece sufrir de Síndrome de Estocolmo con un minúsculo colectivo de artes contemporáneas que extorsiona a las administraciones de museos a través de la propia Secretaría, que toma decisiones completamente erráticas sin más fundamento que el chisme de red. Ofrece museos que no puede cumplir, hace cambios de dirección sin ningún sustento técnico y se angustia por esconder la basurilla bajo la alfombra, con el argumento de que (cito correo del Secretario Corral, tres días antes de que se me anuncie la destitución del cargo de Coordinador del CAC[1], en reclamo a una aclaración que hice respecto a manejos incoherentes de los recursos de la FMC a través del CAC en anteriores administraciones, las negrillas son mías): "...anteriores coordinaciones pertenecen a la misma administración del alcalde Rodas. Me parece gravísimo hacer comentarios negativos sobre ellas, y aún peor hablar públicamente sobre procesos de contratación pública que pertenecen al mismo período del mismo alcalde y que deben ser manejados con mucha cautela…”.

Evidentemente, cualquier grupo de interés sabrá cómo presionar a una Secretaría que, carente de procesos claros, homologados y transparentes; procura las relaciones con los actores culturales (influyentes) de forma clientelar.

Epílogo. El día que secuestraron a don Mariano

Sin lugar a dudas, el Premio Nacional de Arte “Mariano Aguilera”, es uno de los reconocimientos más importantes que se otorga a las artes en el Ecuador, quizás no por el monto asignado a las becas y premios, como por el prestigio del decano de los galardones que este año cumple 100 años. Pero por esta misma razón ha sufrido algunos momentos de crisis simbólica que reflejan de alguna manera las dinámicas y transiciones culturales de la ciudad; la más importante, el colapso del Premio como Salón de la Ciudad para evolucionar a una lógica de fomento y trayectoria en la ordenanza 0224 que se conoce como Nuevo Mariano.

Según esta ordenanza de 2012:

Art ...19 “El Premio Nacional de Arte “Mariano Aguilera” incentivará la producción de arte nacional y reconocerá tanto la trayectoria de los participantes como la generación de nuevos proyectos, a través del Premio Nuevo Mariano...". Nótese que no menciona la categoría Arte Contemporáneo, esta aparece en la resolución 009 que en 2014 reglamenta las bases del PMA, es allí que se añade un paréntesis que especifica “para proyectos de arte contemporáneo” ¿Cómo llegó esa categorización allí? ¿Quién la puso? ¿Con qué criterios? Nunca lo sabremos, lo cierto es que apenas en su segunda edición los Nuevos Marianos fueron dedicados exclusivamente al arte contemporáneo y, en la práctica, de las diez becas, ocho fueron otorgadas a la categoría creación artística, una a investigación y una a editorial, las demás categorías se declararon desiertas.

Este año -del centenario-, se debe realizar la tercera edición y ya se han saltado algunos de los mandatos de la ordenanza, por ejemplo, no se realizaron convocatorias en provincias y tomando en cuenta que el CAC espera nuevo Coordinador y está vacante la jefatura del Premio Mariano Aguilera, se prevé que tampoco se realicen gestiones de convocatoria dirigida a colectivos de artistas o centros académicos. El circuito de las artes contemporáneas en el Ecuador es reducido y muy hermético; así, se puede verificar con una revisión simple que los ganadores de una edición son miembros del jurado en otra o en los diferentes fondos concursables de otras instituciones estatales, lo que resulta en fenómenos improbables como si un mismo proyecto se lleve los tres principales premios de fomento del país en un mismo año, simplemente cambiando el nombre del proponente.

Según ladefinición de arte contemporáneo emitida por el Secretario de Cultura de Quito en una reciente entrevista,“…lo contemporáneo no es lo bidimensional o las esculturas, son manifestaciones que están más cercanas de la idea que de la plástica…” Así que Don Mariano está secuestrado por la élite de “la idea” y, totalmente fuera del alcance de jóvenes talentos anónimos, de los territorios y, de cualquier otra manifestación artística.

En conclusión, la falta de Políticas Públicas estratégicas y de mecanismos de gestión eficientes y transparentes en cultura no es una omisión inocente, ni siquiera es incompetencia, es una forma desarrollada de administrar el poder, en el vacío metodológico, la autoridad del “ente rector” decide sin necesidad de consenso ni de rendición de cuentas; bastan algunos eventos espectaculares, coloridos y muy costosos, para dar la sensación de gestión y para ganar algunos puntos de popularidad y el “premio al empleado del mes”.

Mientras tanto, los artistas se comen la camisa y renuncian al oficio, van peregrinando por las oficinas implorando el espacio para ensayar, para enseñar, para interactuar. Mientras tanto los públicos rebotan de nariz en exposiciones agobiantes ante las cuales se desbarata cualquier gusto por el arte. Mientras tanto la ciudad pierde la noción del espacio público como lugar de encuentro y disfrute. Mientras tanto…



[1] Cese que supuso mi despido intempestivo y de cinco personas más de mi equipo que articulaban un modelo de gestión ampliamente descrito en el brochure del CAC y que ha supuesto la des institucionalización nuevamente de un proceso de trabajo que debe de ser continuado ( Fuente: https://issuu.com/artecontemporaneoq/docs/brochure_cac_ok )

* Artículo Publicado en PlanV el 12 de Marzo de 1991

martes, 28 de febrero de 2017

Cumpleaños



Llueve o hace sol
la tarde cayó en la memoria
impredecible marzo

en la calle
un vestigio húmedo abufanda los pasos de un chico
tigre

deseo en mis recuerdos
cuando abro la puerta vespertina

tú dibujas
gatos
monstruos

y el amor
tan privado
tan propio
detiene mi andar
y mis recuerdos

desde hace siete años
te espero

martes, 21 de febrero de 2017

Carta abierta a la Secretaría de Cultura y la Fundación Museos de la Ciudad

Foto: Pablo Jijón

Ante el comunicado/convocatoria emitido por la Dirección Ejecutiva de la Fundación Museos de la Ciudad en donde, escuetamente, se informa de mi salida y la de todo mi equipo de trabajo de la Coordinación del Centro de Arte Contemporáneo de Quito, me permito puntualizar que esta fue dispuesta directamente por la Secretaría de Cultura sin mediar explicación, evaluación o causal expresa.

En el comunicado de la FMC se nos agradece el profesionalismo, la dedicación, la perspectiva técnica y el aporte de León Sierra y de su equipo en el último año” afirmación que agradecemos, pero que demuestra lo errático y contradictorio del manejo de la política de cultura en el DMQ que procede, además, de manera ilegítima ya que no se trataba de un espacio por designación, si no de un cargo para el que fui seleccionado por concurso público de méritos, entre 134 aspirantes a nivel nacional.

En el comunicado se menciona la necesidad de alinear las perspectivas técnicas y administrativas” lo que no es más que es un eufemismo para justificar que un muy reducido grupo de actores del arte contemporáneo local controlen el CAC como espacio de operación, mercadeo y fuente de recursos propia y exclusiva.

Las diferencias que nuestra gestión marcó con este grupo son de conocimiento público y marcaron una fuerte presión desde el inicio mismo de mi gestión al frente del CAC a pesar de nuestra voluntad permanente de diálogo.

Es claro que las diferencias conceptuales fundamentales que originan este conflicto han sido, en primer lugar la reivindicación de la memoria y patrimonio artístico y cultural, tanto del edificio, como de las colecciones de arte moderno que permanecen guardadas, mientras se pretende forzar la creación de un “museo de arte contemporáneo” que es inviable por la enorme inversión, los costos de operación y, sobre todo, porque no existe aún una producción artística de nivel museable en el arte contemporáneo local.

En segundo lugar, mi gestión en el CAC procuró democratizar el espacio y redistribuir recursos a diversas artes, colectivos y gestores que no eran exclusivamente los de la corriente de arte contemporáneo VIP (video, instalación, perfomance), así como acercar a las comunidades y públicos diversos desde una perspectiva de ESPACIO PÚBLICO frente a la práctica de galería particular que se venía aplicando.

En tercer lugar, durante mi gestión se construyeron modelos y protocolos de trabajo que garantizan un manejo transparente y eficiente de recursos y que apuntaban a romper barreras de acceso a los recursos y al espacio público, que incluyen modelos de evaluación propios, de los que carece por ejemplo el Sistema Metropolitano de Cultura y que deriva en decisiones discrecionales, contradictorias, sin continuidad que provocan inestabilidad y generan altos costos para la ciudad que asiste a una gestión de cultura “eventista” de corto plazo y carente de una sólida visión de ciudad.

Finalmente, en mi convencimiento de que en la gestión de LO PÚBLICO la transparencia es fundamental, realicé denuncias sobre prácticas poco éticas de artistas que acaparan los fondos públicos burlando los procesos y burlándose de las instituciones y hasta de sus pares. Así mismo denunciamos el derroche de recursos de la ciudad en actividades sin impacto ni estrategia, originadas en visiones elitistas que desconocen las realidades cotidianas de los creadores.

Esta posición de frontalidad y transparencia, amparado en la independencia y legitimidad que me daba el ser una autoridad elegida por concurso de méritos y no designada políticamente aparentemente molestó a grupos de poder oficiales y no oficiales del DMQ, en particular a la Secretaría de Cultura, que finalmente procede a separarme intempestivamente a mí y a un equipo de cinco personas cuya competencia y trabajo son reconocidas por la misma Fundación Museos de la Ciudad y diversos interlocutores culturales en este año de gestión.

Nos queda esperar que este nuevo concurso que se convoca para el CAC encuentre personas comprometidas con la ciudad y la cultura más allá de los intereses de grupo. Que las nuevas autoridades recojan lo avanzado por nuestra gestión, fortalezcan y den soporte a los equipos humanos que construyen la cotidianidad de las instituciones. Que tengan la capacidad de pensar estratégicamente y con un profundo sentido de identidad y de pertenencia para asumir la enorme responsabilidad del cuidado y gestión del patrimonio material e inmaterial de la ciudad.

Hasta aquí lo malo.

Lo excelente, ha sido el enorme proceso de vinculación con diversos artistas y actores culturales de la ciudad. El esforzado y brillante trabajo de todo el equipo del CAC, quienes en la sombra, promueven con su ejercicio la brillantez de una apuesta artística y desde luego de la gerencia del espacio y su programática.

Amigos, artistas, gentes de esta ciudad de montañas voladoras: gracias, ánimo, a seguir poniendo amor a las cosas que nos pertenecen, estaremos acompañando, permanentemete desde nuestra práctica orgánica todo proceso ciudadano y contracultural que se geste. Hemos roto, por momentos, los muros impertinentes de la ciudad invisible, aquella que insisten en que no nos pertenece.

¡Hasta pronto!