martes, 11 de julio de 2023

Serie DESINSECTACIÓN

 Serie multitécnica en papel

Walter Páez Moreno (Quito 1951 - Guayaquil 2016) maquinaba sus trabajos a partir de aquello que le atravesaba e importaba. Como dijese Jacques Lacán: lo íntimo es éxtimo. Así, sus significantes, trazos que la gubia entendía muy bien, y sobretodo el trabajo del color, aparecía como un dominio recurrente en su pirotécnica obra, no sin antes mascar en profunda reflexión, aquello que produjese un discurso coherente que liga vivencia con técnica.

La serie DESINSECTACIÓN nace de una comisión que  yo le habría pedido allá por el año 2000, para acompañar el estreno de un proyecto escénico y de gestión cultural en Madrid, España. La anécdota es una producción teatral entre una sala alternativa de Madrid y un grupo de teatreros de Buenos Aires, liderados por dos jóvenes dramaturgos que hoy son referentes de la escritura porteña para las tablas. 

En principio, el tema, le decía a Walter, es la migración. Arrumados en ese vagón de metro, en el mismo Madrid, había una pegatina en la pared del carricoche, que daba cuenta de la limpieza y desinsectación oportuna de las instalaciones, cuyo cumplimiento otorga la tranquilidad a los usuarios. Walter entendió, con su mirada pícara y gozando me dijo, “excelente, loco, una excelente mirada a la migración” y se fue en su avión a su Guayaquil amado a encerrarse en su taller de la zona rosa, y un mes después, vía courrier aparecieron estos cuatro ejercicios en linografía, colografía y serigrafía que atrapan quizá momentos pasados de quienes migraron para convertirse en los insectos del primer mundo. Así, con profundo amor y determinación que su mirada arropaba, las figuras de sus negros, sus cholos, sus montubios, convirtiéndose en insectos que, a través de los trazos como lanzas, se convertían en cuatro estampas definitivas que vomitaban sus manos.


El linóleo Carcoma, nos presenta un tripartito mundo, con una estructura aristotélica en deconstrucción. La comunidad de hombres, los pasadizos subterráneos de los bichos que aman la madera y una mirada clara de quien los ve, los reconoce y alerta de su existencia. Ciegos a sus intrincadas estructuras invisibles, la comunidad de los hombres no atina a percibir la alarma, mientras disfruta de una cena de otros animales crustácicos y arácnidos. En lo subterráneo otra vida se apodera de quien es consciente.


Reynacuca
, colografía vibrante en rojo y verde nos cuenta la capacidad asombrosa de mimetización de bicho en ser humano. La Gregoria Samsa que a Kafka se le quedó colgando porque no entendió lo poderoso de la cucaracha hembra, gemela de esas negras totales que Walter bien conoció, a quienes quiso y quienes lo adoraron como el ser humano solidario y comprometido con su vida, como lo fue él, en su recordado Tenguel, pueblo repleto de vida que a su vez llenó sus ojos con imágenes de naturaleza salvaje, que más tarde transportaría con ciencia virtuosa, a los lápices, los viniles y las prensas. Nadie sabe cómo obtenía ese color, quizá las venas verdes de este personaje híbrido de osadía, penetrando en aquel alimenticio rojo, se hallen en su juventud agraria de ese pueblo entre Guayas y El Oro.


Un primer plano de un hombre que nos mira para que le recordemos es Mutamigrante, técnica mixta que atrapa el testimonio de ese hombre mientras pierde la conciencia que le devoran los insectos. Un hombre bifronte, en pleno proceso de transmutación, un advertido y pionero trans, en los ojos de Páez, ya que todas las afectaciones humanas no podían dejarle desapercibido. Lo trans, como el cambio, la revolución, la transformación social, en las manos, o más bien, en las patas de esos insectos, que fagocitan la mirada extática de quien nos mira para que no le olvidemos.


El sin título que cierra la serie, nos invita a una lectura libre. En técnica serigráfica, una de sus técnicas de origen como artista, nos recuerda bien de dónde viene su destreza y su discurso: de la militancia política, allá por las épocas de la guerra sucia del Estado burgués, que asesinó a sus compañeros de lucha, presentes en estas [todas] imágenes decidoras. Los barrios, a la derecha, como encriptados en su orden vertical, esperando o tal vez desde donde salen estos hombres transformados en bichos, comunes al orden urbano, donde conviven con las siempre ariscas raposas, o zorros de la costa, gatos hambrientos como el pueblo que los acoge y ratas perplejas a los pies de los insectos.