martes, 19 de julio de 2016

Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera*

Palabras en la vernissage de inauguración del Salón de Becarios de los Proyectos Nuevo Mariano.
 
Es mi encargo, como anfitrión, hacer una breve presentación de los artistas y no pretendo hacer un recorrido curatorial por las obras, ya que los proyectos fueron acompañados por profesionales que han trabajado intensamente durante estos dos años en la construcción progresiva de la reflexión. Al comité curatorial de esta segunda edición de Mariano Aguilera, la gratitud en nombre de la Ciudad, del Centro de Arte Contemporáneo.
 
Como decía, mi deseo no es una reflexión académica, quiero tomarme el atrevimiento de hacer una interpretación política, porque estoy convencido que el arte contemporáneo es una mirada sobre el tiempo de quien lo atraveiesa con sus habilidades y su trabajo. Igual que mi maestro decía, y él lo tomaba de Pablo Ruiz Picasso, no creo en el talento, de haberlo, prefiero que me encuentre trabajando
 
El trabajo como un valor político sobre el cual desentrañar los lenguages y sus símbolos: ahí vemos al artista, de rodillas esforzandose en convertir en otra cosa aquello que contiene sus propios significados y que muta en la medida y forma de su cansancio y esfuerzo renovado. Esa es la magia, la magia del trabajo. 
 
Otra cosa es la cultura, que atrapa o rechaza este trabajo, en beneficio de la arquitectura de la ideología, danza que el artista toma o rechaza invariablemente en la aventura de crear e intercambiar.
 
Con Adela De Labastida en “La minga de la memoria del teatro quiteño: 1970-2010”, vivo una investigación que vindica y convoca al movimiento escénico a reflexionar sobre sí mismo, a recapitular sobre los hitos de su propia historia y sobre los procesos sobre los cuales nos formamos y múltiples veces nos reinventamos los teatreros. Es un proyecto de bellísima terquedad necesaria, una minga, no por la memoria de lo pasado, una minga para urgirnos a crear hoy, aquí y ahora la memoria de lo futuro. 
 
 

Dennys Navas nos trae en el gran formato “Tierra Hueca” una introspección tan necesaria como inquietante, nos arranca de lo evidente, de lo inminente, nos libera de la deuda inmediatista de la política reactiva y nos convoca a lo necesario. Resistir a la debacle, aunque la pintemos en sueño, aunque como decía Beckett, nos convirtamos en la turba, en aquello.
 
 
 
“MAR CERRADO” de Adrián Balseca nos obliga a transitar por nociones recurrentes como las fronteras. Ideas del ejercicio del poder y el relato de nación sobre el enorme y fulgurante territorio que es la lámina del mar. De las fronteras imaginarias e invisibles de los mapas, a los pasadizos oscuros de las instituciones que construyen el edificio estatal de las naciones.



Mijaíl Vallejo. “Al Otro Lado” es una experiencia concienzuda del artista y de su mirada. El debate entre el reconocimiento como testigo de los acontecimientos trágicos de la humanidad o como actor, activista y denunciante de ellos. Develar las fronteras humanas y detenerse en los momentos, y almacenarlos en un libro, como si de atrapar la vida en un compendio privado y personal se tratara. ¿Atrapar la vida? O dejarse descubrir, silente, por las imágenes de la vida. 
 
 
 
Daniela Moreno Wray se declara “Transmestizx” sobre una alfombra de totora, al borde de un paisaje en continuo cambio. El tránsito de la identidad incómoda, para obligarnos a vestirnos de preguntas con respecto a estos imaginarios que nos constituyen y que día a día rechazamos en este viaje a la nueva identidad, que no es recta, sino redonda, múltiple, disímil. Apropiar y obligar, la respuesta foucaultiana a la dominación de raza, clase y género del capitalismo en nuestra realidad. 
 
 
 
Ricardo Luna. “La Sicalíptica” es el cuerpo como territorio de combate y la incomensurable conmoción que ello me convoca. El cuerpo no miente y con el cuerpo se lucha, las ideas son otra cosa, en nombre de ellas se mutila, se mata, se calla. Ricardo, ha transitado desde la provocación polítca del posporno a la construcción irrefrenable del arte sexuado. Él, no solo, como él mismo dice, en los diálogos con los pocos afortunados con los que ha querido contar, porque cuerpo y deseo son transformación. Así, hasta 72 artistas latinoamericanos convocados, curados y exhibidos, en sus revistas que habitan en la internet, forman esta barricada de frames. 
 
 

Fabián Cueva recrea en su “Archivo Alexander Von Humboldt” el relato del viaje científico, pero también el que hace el museo por atrapar dicho viaje. La obra que contiene obra. El museo de la ficción de un Europeo del s.XIX y el mestizo que vuelve la mirada a esa europa colonial. Rousseau contra Ayotzinapa, y el buen salvaje resistiendo la corriente de las aguas del Río Magdalena mientras da a la metrópoli: agua, fango y tierra de la tierra libre de la América Morena. 
 
 
 
Oswaldo Terreros muestra en el “Proyecto reactivación, repotenciación y revitalización de asociaciones obreras” la arqueología del organizarse para cambiar, ejercicio necesario en un mundo en el que todos quieren reinventar sus luchas y nadie quiere pertenecer. Trazos del imaginario común que desplaza la identificación por la implicación. Símbolos y colores de un pensar en común para hacer. 
 
 
 
Paul Rosero. “Un día, algo pasará” son voces telúricas del individuo frente destino. La construcción micropolítica contra la tierra y en medio del trayecto: ondas sonoras, como un poema que se materializa en 3D. Y los sonidos imperceptibles de la naturaleza que está en constate transformación mientras el hombre, transitando en un viaje trabajoso por reconocerse parte de esa naturaleza. 
 
 
 
En algún lugar del paisaje borgeano, estoy seguro que habita la obra de José Hidalgo Anastasio “Oikoumenē (suspended)”. Quizá un ejercicio que intenta anular la política en favor de una reflexión melancólica por el objeto o las abstracciones. Abstracciones con pesos, paradoja. El trabajo de pensar y el peso del trabajo, nuevamente, en esta aritmética de valores con la que el ser humano comercia. 
 
 
 
No dejo de hablar del trabajo y esta recurrencia que aparece, no creo que sea gratuita. Hay una voluntad común entre todos nosotros, se llama trabajo. Quiero agradecer emotivamente a todo el equipo del Centro de Arte Contemporáneo, sin ustedes no es posible el arte, a quienes en su tarea de facilitación cultural, que a partir de mañana, supone custodiar la obra, organizar la circulación de la ciudad por este espacio público, por mediar educativamente la obra: son pieza fundamental de este ejercicio de libertad cada vez más difícil.
 
Gracias compañeros y compañeras. 
 
 
*Las imágenes son cortesía del departamento de comunicación del Centro de Arte Contemporáneo.