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viernes, 11 de septiembre de 2020

El pliegue como huida

Angelote, amor mío de Javier Vásconez, en clave psicoanalítica.*


Datos preliminares

Ante la tarea del análisis de la voz narrativa del cuento en cuestión -encarnada en Julián-, aparece, en primera instancia, un solapamiento de la mencionada voz narrativa detrás de una exuberante descripción y puesta en escena de su compañero, Jacinto, a quien el protagonista lo bautiza con este significante que redunda repetitivamente: angelote. Es entonces, Julián hablándole a Jacinto, y posiblemente, o accidentalmente al lector/escucha.

Deliberadamente acudo al diagnóstico del síntoma de solapamiento, ocultamiento, invisibilidad que Julián, quien narra los hechos y las descripciones, parece que, obsesivamente, intenta no existir, detrás de la descripción permanente de su interlocutor. Es, como digo, una puesta en escena, y al describir una puesta en escena, identifico que la cadena significante incluye a un tercero, que es quien testifica, quien lee, quien escucha. En este caso, yo, el analista; usted, lector o lectora.

El discurso es una descripción, una diatriba, pero también está muy plagada de asociación libre, sin intención, por momentos. Confusamente el consciente y lo inconsciente se tropiezan en este pathos expuesto por el acontecimiento determinante: la muerte de Jacinto.

Así, podría suceder, a lo largo de esta sesión de análisis, que el personaje de Jacinto sea quien aparezca como sujeto de análisis, porque Julián se desplace tras de su figura. Lo que supone una primera resistencia para enunciarse como sujeto del deseo del otro, en el caso de quien nos importa, el narrador, el paciente: Julián.

En todo caso, sería muy  ambicioso realizar un análisis profundo de la personalidad de uno u otro, quizás tampoco de la simbiosis que escondería el enunciamiento del otro como diferencia, es decir, la pareja romántica. Serán temas que tocaremos como referencia, pero intentaremos centrarnos en la sesión de lectura y escucha, que se limita a este monólogo continuo en un acto, una escena, una unidad de tiempo, espacio y acción determinada.

El análisis

La lectura, en este caso, la escucha, que permite que el hablante traspase un mensaje, es la misma que permite al analista la posibilidad de darle al otro la condición de sujeto. En este caso, leer es parecido a escuchar, aunque la letra condense algo de la palabra y lo congele para la interpretación y la significación. (Tavil. 2020).

El paciente, el hablante, Julián, tiene un tono continuo e imparable, en la sesión, que dura veintinueve minutos con treinta y cinco segundos, es él quien toma la palabra y la termina sin intervención del analista. La lectura performada la tomamos de una interpretación mediatizada del propio analista que vuelca su lectura en palabras grabadas por el sistema de la Internet y las publica en su página personal de la red social Instagram. (Sierra. 2020). El ejercicio es una manera de apropiación émica; si la pensamos como en antropología, como una etnografía extrema. (Mejía. 2006. p.131).

De la lectura, alocución y escucha, hemos diseñado un pequeño mapa significante que puede orientar el material concreto que aparece de la realidad fantasmática del sujeto en análisis. Esto dibuja un panorama con un grupo concreto de personajes, espacios y síntomas a los que hemos llamado “significantes del amor”. Estos productos, aparecen contenidos en lo consciente y su agrupación es parte de la interpretación analítica. Todos y cada uno de los elementos jugarán un papel fundamental en el análisis y participarán interrelacionándose unos con otros en la cadena significante del analizante, por tanto han dado paso de un segmento de lo consciente a un espacio consciente contenido en el análisis. Se han hecho visibles desde su invisibilidad inconsciente. 

Estos son.


Personajes

Julián, Medicucho, el peor de los canallas.

Jacinto, angelote. 

Los parientes.

La Petrona.

La hermana.

La madre.

Las vírgenes.

La Virgen del Dedo.

La Virgen de la Ciudad.

La Virgen del Quinche.

Los Santos.

San Sebastián.

Los efebos.

El viejo Castañeda.

Los diplomáticos panzones.

Los ministros de blasón y brillantina.

Los periodistas.

El retrato de la madre.

El retrato de la Virgen Dolorosa del Colegio (“San Gabriel”).

El Cuadro del Cristo de las Penurias.

Los borrachos


Espacios

El funeral.

El ataúd.

El cuerpo como inventario de baratijas.

El rostro empolvado con polvos de arroz.

Rostro angelical en la mitad del ataúd.

El espacio ritual con los santos.

La llaga en el pecho de San Sebastián.


La Polis

El cine del asesinato.

París.

La casa de la Rue du Cirque.

Río de Janeiro.

Esta ciudad (Quito).

El vestíbulo del Hotel Majestic.

San Juan.

Tu casa.

Las escribanías.

Los hoteluchos.

Los prostíbulos.

Las iglesias.

La Compañía [de Jesús] bañada en oro.

Las casas decentes.

La casa del centro.

Los zaguanes húmedos.


Significantes del amor

Jacinto.

Angelote. 

El vicioso de San Juán.

Ángel con arreboles de puta.

Arcángel anal.

Diabla en los abismos de la Alameda.

Máquina de cardar tu lana sodomita.

Demonio de ángel.

Retazo de ángel.

Patrono de las tinieblas.

Ángel violador.

Mascarón seráfico de un catafalco.

Ángel marchito en la penumbra.

Espíritu celestial después de todo.

Ángel desplumado.

Borrador de ángel en tu esplendoroso catafalco.

Bosquejo de Ángel mortificado por la piedad de colorete.

El temible Jacinto.

El niño Jacinto a ojos de la Petrona.

Metonimias y metáforas / Hechos de muerte

Aunque aparentemente el solapamiento organice todo el texto, se necesita del mapa simbólico para poder descifrar el propio ejercicio del mencionado pliegue semiótico. El solapamiento primigenio de este texto podemos cifrarlo en la figura permanente y protagónica de Jacinto, enunciada por la voz misma del analizante, Julián; da pie a una espiral de envolturas concéntricas que parece que no tienen fin. Aparece la pregunta por la fuga en medio de una envoltura, una  paradoja.

La hipótesis sería que la huida en pliegue construye un discurso barroco. Pero ¿huir de qué? Y me parece que todo apuntaría al advenimiento de lo real, materializado en lo ominoso, que lo planteara Freud en 1919.

Aunque el maestro vienés rechaza el análisis de las cuestiones culturales, de las que se ocupa la Estética, entendiéndose esta por ser la “doctrina de las cualidades de nuestro sentir” (Freud, S. 1975. p. 219), también, en la subjetividad, en la que el sentir está inmerso, entendemos extendida la invitación al análisis de aquello que no ha sido recogido por dicha Estética, esto es, aquellas situaciones que despiertan en nosotros el horror, lo terrorífico o la angustia.  

En relación a los efectos y mecanismos psíquicos que Freud desgrana en el libro de Lo Ominoso, pivote necesario es la referencia de E. Jentsch. Y es que en la narración de Julián, finalmente cansado y colapsado por la asociación libre y el relato que precede, minucioso corolario de su episodio en el funeral de Jacinto, es la caída de la dentadura postiza en forma de carcajada interminable y vertiginosa sobre la mesa de la cantina. El suceso, poblado de simbología, sin embargo, entraña en su núcleo esta condición de ambigüedad entre lo animado y lo no animado, embistiéndose a sí mismo con el velo de lo siniestro.

Bolívar Echeverría, filósofo ecuatoriano estudioso de Marx y desarrollador de una propuesta para entender la modernidad en América Latina ya nos previene de que la modernidad capitalista surge a partir de la configuración de un Ethos, en el sentido de una ética protestante, que la obtendría de su análisis de la obra de Max Weber. Ethos, como un conjunto de valores que echan raíces en la reforma protestante y constituyen una red que subtiende el espíritu de la modernidad.

“Si la identidad cultural deja de ser concebida como una sustancia y es vista más bien como un “estado de código” -como una peculiar configuración transitoria de la subcodificación que vuelve usable, “hablable”, dicho código-, entonces, esa “identidad” puede mostrarse también como una realidad evanescente, como una identidad histórica que, al mismo tiempo que determina los comportamientos de los sujetos que la usan o “hablan”, está siendo hecha, transformada, modificada por ellos.” (Echeverría. 1998. p31)

El suceso siniestro de la marraqueta, la dentadura postiza, cayendo en una carcajada estrepitosa en medio de un no menos siniestro auditorio de una cantina, espacio familiar pero singular al mismo tiempo, lo propongo como la fase externa del pliegue, que aparece como significante superior del relato precedido por la huida física del protagonista, el relato de su huida. Es al mismo tiempo, esta huida, un significante poblado de facetas donde la pulsión de muerte, reaparece continuamente, repitiendo imágenes que se superponen a lo que los ojos ven, imágenes tapando las grietas que la realidad fantasmática ha construido en torno al sujeto, la cuidad como escenografía barroca en la que Teseo escapa desesperado asido de un hilo que lo sujeta continuamente a la cadena simbólica. 

Escapar del gesto ominoso de la hermana de Jacinto, de la extraña presencia de un objeto regalado en una acción filial: tu herencia, lo que te pertenece. La risa de Jacinto, la que no es pérdida, sino objeto material del deseo de Julián. Escapar del “rostro de payaso angelical” poblado de violetas, rosas y azucenas” que adornan la muerte de otra flor, el jacinto, ataviado con un “disfraz de muerto hecho por la Petrona, y disfraz de niña para bailar con fragilidad de cristal tallado al ritmo de los dedos de tu madre que tocaba el piano en la casa de la Rue du Cirque y en la casa del Centro”; alejarse de las “máscaras como antifaces que ocultan el rostro de un padrastro violador”, huir del trauma.

Profanación del retrato de su madre en la plaza de La Concorde, como símil a la profanación del cuerpo ejercida en la infancia, delante de ella, la acción de rezar un momentito delante del retrato de la Dolorosa del Colegio. Dudosa concepción. Sus manos dibujando perlas negras en el retrato de la Dolorosa reproduciendo el milagro de la imagen mientras terminaba la cópula tras la agonía de la pequeña muerte.

“Contar es una acrobacia que seguramente está fuera de mi alcance”, dice Julián, y como recipiente del análisis tomo estas palabras que a su vez, en un ejercicio de objetivación de todas estas subjetividades, reconozco como un guiño mágico del autor ecuatoriano, quien en la narración hace un ejercicio descarnado de construcción a partir de sus sublimaciones, quizá sublimando sus traumas o creando algunos para la noble lectura, para convertir al lector en un sublimador de traumas propios, ficticios, personales o de sus personajes.

Al margen de la ficción, el “apuñalamiento [de una persona] en un cine de barrio, vomitando sangre”, pasa por uno de los detonantes de la trama. Una baldosa pintada a mano dentro de una pared poblada de teselas y piezas cerámicas de una realidad concreta, la del autor Javier Vásconez, un ecuatoriano sumergido en una sociedad donde las prácticas sociales nos devuelven a esta realidad poliforme como un retablo de sexualidades abyectas y prácticas en urinarios y sitios oscuros de la urbe. La ciudad como realidad fantasmática. (Camacho. 2010. p175) 

Como conclusión

La modernidad como expresión cultural, en Latinoamérica, en Ecuador específicamente, abreva profunda en la construcción de lenguajes híbridos que difícilmente pueden cosificarse en expresiones artísticas o culturales que no jueguen a la simbiosis o al sincretismo.

Con origen en el mestizaje y la colonia, el proceso moderno, la ilustración o las vanguardias, en América Latina tienen el equipaje magnífico del pliegue barroco, del cual se adhiere y lo llega a convertir en un escudo para resistir la posmodernidad. Sin embargo de esto, 

“Provenientes de distintas épocas de la modernidad, es decir, referidos a distintos impulsos sucesivos del capitalismo --el mediterráneo, el nórdico, el occidental y el centroeuropeo--, los distintos ethe modernos configuran la vida social contemporánea desde diferentes estratos "arqueológicos" o de decantación histórica. Cada uno ha tenido así su propia manera de actuar sobre la sociedad…” (Echeverría, 1995)

El análisis es interminable, ya que el pliegue se parece al principio del placer, contiene cargas y descargas y estas a su vez, como en la secuencia Fibonacci, usan del pliegue cultural para construir la carretera simbólica por la que escapamos de lo ominoso, de lo familiar. 

Julián, solo, exhausto después del análisis, se nos presenta ligero de equipaje, entregándonos todo su contenido, como un mensaje plurifacético donde el analista anota tres significantes esenciales de la realidad agujereada:

“Mi memoria espejo.

Mi memoria imagen.

Mi memoria tiempo.”



Bibliografía
Camacho, M.. (2010). Homoeroticidad. Recovecos y urinarios públicos de Quito: "el maricómetro" ¡no falla!. En Cultura & Transformación Social (pp. 173-197). Quito: Organización de Estados Iberoamericanos O.E.I. 
Echeverría, B. (1995). Las Ilusiones de la Modernidad. México, D. F.: UNAM.
Echeverría, B. (1998). La Modernidad de lo Barroco. México, D. F.: UNAM.
Freud, S.. (1976). Lo Ominoso. En Sigmund Freud. Obras Completas. De la historia de una neurosis infantil (El «Hombre de los Lobos») y otras obras 1917-1919. Tomo XVII (pp. 215-252). Buenos Aires: Amorrortu editores S.A.
Mejía, N. (2006). Transgenerismos. Una experiencia transexual desde la perspectiva antropológica. Barcelona: Ediciones Bellaterra.
Tavil, M.. (2020). El análisis es una experiencia de amor. 1-09-2020, de Asociación Libre Sitio web: https://www.instagram.com/al.asociacionlibre/  
Sierra, L. Vásconez, J.. (2020). Angelote, amor mío. 22-05-2020, de @nosoytanguapo Sitio web: https://www.instagram.com/tv/CAf77CfA-8B/?utm_source=ig_web_copy_link
Vásconez, J. (2015). Angelote, amor mío. Quito: Doble Rostro.

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* Ilustraciones de Ana Fernández, de la cuidada edición de Sandra Araya que figura en la bibliografía y que facilitó la conjunción de narcisismos en un afortunado ejercicio de puesta en escena y valor de este bellísimo texto.

lunes, 15 de junio de 2020

Gozo y sublimación en el Arte Contemporáneo

El Arte Contemporáneo presenta dificultades para establecer una lectura, más allá de que el Arte, en sí mismo es una resistencia en sí para el Psicoanálisis. Sin embargo, con algunas lectruras de psicoanalistas contemporáneos así como con críticos, nos atrevemos a la lectura de esta obra de Felix González Torres.

El trabajo me ha merecido una matrícula de honor en el Máster de Psicoanálisis y Teoría de la Cultura de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.


miércoles, 31 de enero de 2018

Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual*

2017-06-07 Documenta 14 Paul B. Preciado by Olaf Kosinsky-1
por Paúl B. Preciado.
traducido por León Sierra Páez.



Damas y Caballeros y otros,


En medio del fuego cruzado en torno a la política del acoso sexual, me gustaría hablar como un contrabandista entre dos mundos, el de los "hombres" y el de las "mujeres" (estos dos mundos que muy bien podrían no existir, pero que algunos tratan de mantenerlos separados construyendo una especie de “muro de Berlín”) para daros noticias desde la posición de "objeto encontrado" o más bien "sujeto perdido" durante el tránsito.

No hablo aquí como un hombre que pertenece a la clase dominante de los que están asignados al género masculino al nacer, y que fueron educados como miembros de la clase gobernante, de aquellos a los que se concede el derecho o más bien de quien se requiere (y esta es una clave interesante para el análisis) que ejerzan la soberanía masculina. Tampoco hablo como mujer, ya que voluntaria e intencionalmente abandoné esta forma de encarnación política y social. Me expreso aquí como un hombre trans. Así que no pretendo, de ninguna manera, representar ningún colectivo en absoluto. No Hablo, no puedo hablar como heterosexual u homosexual, aunque sé y vivo las dos posiciones, y como cuando alguien es trans, estas categorías se vuelven obsoletas. Hablo como una especie de renegado, un fugitivo de la sexualidad, como disidente (a veces incómodo, ya que faltan los códigos preestablecidos) del régimen de la diferencia sexual. Como auto-cobaya política y sexual de las experiencias, aún no tematizadas, que viven a ambos lados de la pared y, a fuerza de pasar el día, empezando a estar harto, señoras y caballeros, de la rigidez obstinada de códigos y deseos que el régimen hetero-patriarcal impone. Dejadme deciros, desde el otro lado de la pared, que el asunto es mucho peor que mi experiencia, como mujer lesbiana, me había permitido imaginar. Como he vivido como si yo fuera un hombre en el mundo de los hombres (consciente de incorporar una ficción política), he podido verificar que la clase dominante (masculina y heterosexual) no abandonará su privilegios simplemente porque enviemos muchos tweets o lancemos algunos gritos. Dados los choques de la revolución sexual y anti-colonial del siglo pasado, los heteropatriarcas se han embarcado en un proyecto contra-reforma - al que ahora se unen las "voces femeninas" que desean seguir siendo "molestadas, perturbadas". Aquella será la Guerra de los Mil Años, la guerra más larga, sabiendo que afecta la política y los procesos reproductivos a través de los cuales un cuerpo humano se constituye como un sujeto soberano. De hecho, será la más importante de las guerras, porque lo que se juega no es ni el territorio ni la ciudad, sino el cuerpo, el placer y la vida.

Lo que caracteriza la posición de los hombres en nuestras sociedades tecnopatriarcales y heterocéntricas es que la soberanía masculina se define por el uso legítimo de las técnicas de violencia (contra las mujeres, contra los niños, contra los hombres no blancos, contra los animales). , contra el planeta como un todo). Podríamos decir, al leer Weber con Butler, que la masculinidad es para la sociedad lo que el estado es para la nación: el titular y el usuario legítimo de la violencia. Esta violencia se expresa socialmente bajo la forma de dominación, económicamente en la forma de privilegio, sexualmente en forma de agresión y violación. Por el contrario, la soberanía de las mujeres está vinculada a la capacidad de las mujeres para engendrar. Las mujeres son, pues, sexual y socialmente sometidas. Solo las madres son soberanas. Dentro de este régimen, la masculinidad se define como necropolítica (por el derecho de los hombres a dar muerte) mientras que la feminidad se define biopolítica (por la obligación de las mujeres de dar vida). Se podría decir de la heterosexualidad necropolítica que es algo así como la utopía de la erotización del acoplamiento entre Robocop y Alien, pensando que con un poco de suerte, uno de los dos tomará su pie...

La heterosexualidad no es solo, como lo demuestra Wittig, un régimen de gobierno: también es una política del deseo. La especificidad de esta dieta es que se encarna como un proceso de seducción y dependencia romántica entre agentes sexuales "libres". Las posiciones de Robocop y Alien no se eligen individualmente y no son conscientes. La heterosexualidad necropolítica es una práctica de gobierno que no es impuesta por quienes gobiernan (los hombres) a los gobernados (las mujeres) sino como una epistemología que fija las definiciones y las posiciones respectivas de los hombres y las mujeres por medio de regulación interna. Esta práctica de gobierno no toma la forma de una ley, sino una norma no escrita, una transacción de gestos y códigos que tiene el efecto de establecer en la práctica de la sexualidad una división entre lo que se puede y lo que no se puede hacer. Esta forma de servidumbre sexual se basa en una estética de la seducción, una estilización del deseo y una dominación históricamente construida y codificada que erotiza la diferencia de poder y lo perpetúa. Esta política del deseo es lo que mantiene vivo el viejo régimen de "sexo/género", a pesar de todos los procesos legales de democratización y empoderamiento de las mujeres. Este régimen necropolítico heterosexual es tan degradante y destructivo como el vasallaje y la esclavitud de la Ilustración.

El proceso de denuncia y visualización de la violencia que estamos viviendo forma parte de una revolución sexual, que es tan imparable como lenta y tortuosa. El feminismo queer ha situado la transformación epistemológica como una condición para la posibilidad del cambio social. El objetivo era cuestionar la epistemología binaria y la naturalización de los géneros al afirmar que existe una multiplicidad irreductible de sexos, géneros y sexualidades. Hoy comprendemos que la transformación libidinal es tan importante como la transformación epistemológica: el deseo debe ser modificado. Uno debe aprender a desear libertad sexual.

Paul B. Preciado, New York, 2016
Durante años, la cultura queer ha sido un laboratorio para inventar nuevas estéticas de la sexualidad disidente, confrontando las técnicas de subjetivación y los deseos de la heterosexualidad hegemónica necropolítica. Muchos de nosotros hace tiempo que abandonamos la estética de la sexualidad Robocop-Alien. Hemos aprendido culturas BDSM butch-femmes, Joan Nestle, Patrick Califia y Gayle Rubin, con Annie Sprinkle y Beth Stephens, con Guillaume Dustan y Virginie Despentes, que la sexualidad es un teatro político en el que el deseo, no la anatomía, es el que escribe el guión. Es posible, dentro de la ficción teatral de la sexualidad, desear lamer las suelas de los zapatos, querer ser penetrado en cada orificio, o conducir al amante a un bosque como si fuera una presa sexual. Sin embargo, dos elementos diferenciales separan la estética queer de la de la hetero-normación del antiguo régimen: el consentimiento y la no naturalización de las posiciones sexuales. La equivalencia de los cuerpos y la redistribución del poder.


Como hombre trans, no me identifico con la masculinidad dominante y su definición necropolítica. Lo más urgente no es defender lo que somos (hombres o mujeres) sino rechazarlo, no identificarnos con la cohesión política que nos obliga a desear la norma y reproducirla. Nuestra praxis política es desobedecer las normas de género y sexualidad. He sido lesbiana durante la mayor parte de mi vida, luego trans durante los últimos cinco años, estoy tan alejado de su estética de heterosexualidad como un monje budista que levita en Lhasa al este del supermercado Carrefour. Vuestra estética del antiguo régimen sexual no me hace juego. No me excita "molestar" a nadie. No me interesa salir de mi miseria sexual poniendo mi mano en el culo de una mujer en el transporte público. No siento ningún deseo de jugueteos erótico-sexuales que propongáis: chicos que aprovechan su posición de poder para aprovecharse y tocar un culo. La estética grotesca y asesina de la heterosexualidad necropolítica me repugna. Una estética que re-naturaliza las diferencias sexuales y coloca a los hombres en la posición del agresor y a las mujeres en la de la víctima (dolorosamente agradecida o felizmente molesta).


Si es posible decir que en la cultura queer y trans lo hacemos mejor y más, es en parte porque hemos extraído a la sexualidad del dominio de la reproducción, y especialmente porque nos hemos liberado de la dominación del género. No digo que la cultura queer y transfeminista escapa a todas las formas de violencia. No hay sexualidad sin sombras. Pero no es necesario que la sombra (desigualdad y violencia) predomine y determine toda la sexualidad.


Representantes del antiguo régimen sexual: arreglaros con vuestra sombra y have fun with it, y dejadnos enterrar a nuestras muertas. Disfrutad de vuestra estética de dominación, pero no tratéis de hacer de vuestro estilo una ley. Y dejadnos follar con nuestra propia política del deseo, sin hombre ni mujer, sin pene ni vagina, ni hacha ni rifle.


*Lettre d’un homme trans à l’ancien régime sexuel, publicado en Libèration el 26 de enero de 2018

martes, 28 de febrero de 2017

Cumpleaños



Llueve o hace sol
la tarde cayó en la memoria
impredecible marzo

en la calle
un vestigio húmedo abufanda los pasos de un chico
tigre

deseo en mis recuerdos
cuando abro la puerta vespertina

tú dibujas
gatos
monstruos

y el amor
tan privado
tan propio
detiene mi andar
y mis recuerdos

desde hace siete años
te espero

viernes, 17 de julio de 2015

Premio Patricio Brabomalo 2015

He recibido el Premio Patricio Brabomalo a la trayectoria de lucha en las comunidades LGBTI, otorgado por el H. Concejo Metropolitano de Quito. Aquí mis palabras en al recibir el premio.



“Mijita, el bolero es una cosa, el pasillo es otra, pero el tango, el tango sí que dice la verdad.”
La abuela Margoth, abuela de mis primas guayacas.

“No,
no puede ser que viva así,
con este amor clavado en mí
como una maldición. “
José María Contursi, En esta tarde gris.


Hace apenas una semana, cuando me enteré de la distinción que el Concejo Municipal me otorgaba, escribí un texto más o menos largo en la marea confusa de las redes sociales. En él, me declaraba el hijo del la lucha; el hijo de la lucha por el amor a la humanidad, a la justicia, a los obreros, a los campesinos, a las mujeres, y claro, no lo sabíamos, a los maricas, a los marginales de siempre, a las lesbianas invisibles que no pueden hablar todavía y ahogan sus palabras con ojos cristalinos, a las mujeres transfemeninas que mueren y han muerto en manos odiadoras, a los hombre transmasculinos que siguen siendo violados en la clínicas de tortura que hay en este Ecuador que recibió al Papa de los católicos. Le hablaba a mi madre, la mujer que me enseñó, junto a mi padre, la militancia por al transformación social y quizá hoy tenga la oportunidad de subtenderlo entre las personas que me escuchan.

Fui un niño uranio que inconscientemente y sin violencia, se negaba al futbol, mientras vestido del uniforme del equipo de la Escuela de Demostración, del Normal Superior No. 1, luego Normal Superior Jaime Roldós Aguilera, en su patio de arena brillante, me recosté el día del primer partido de la temporada a dormir un sueño perfecto, enredado en la maravillosa forma que mi pie había dado a la tierra y que parecía una caracola marina. 

Fui un niño feliz en una infancia que transitaba, sin saberlo, teñido de la mirada saturniana, influencia de una fuerza poderosa que había nacido conmigo y oculta crecía en mi interior, como una larva voraz pronta a encapsularse para la metamorfosis. La sombra solitaria del amor aparecería luego, como un juego, al mismo tiempo que a cualquier adolescente le ocurriera y con igual fuerza magmática, solo que con un color singular, diferente, raro.

Luego, vino el salir del país para estudiar, y sin darme cuenta, vivir una vida en libertad, en un país donde ya se advertía que todos los derechos caerían como un gigante dominó, restituyéndose a las comunidades de personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, uno a uno, derechos civiles equiparaba la calidad de ciudadanos a todos y todas. En el Ecuador de 1994, la homosexualidad era un delito. Cambié mi necesidad de salida por deseo de quedarme y así, sin violencia, inauguré una etapa de mi vida que, en las condiciones actuales, he llegado a comprender que fue un autoexilio. España, pues, fue un lugar en tránsito amable, hasta que la gran crisis de 2008.

Mientras yo vivía feliz e ignorante fuera de un país en violencia, mis hermanas travestis, mis hermanas transfemeninas, fundamentalmente, protagonizaban con sus cuerpos, la lucha física por la reivindicación de la igualdad y conseguían en Ecuador, la despenalización de la homosexualidad masculina, hija legítima de un bienintencionado pero vergonzante fallo del Constitucional que invisibilizaba, de un plumazo a toda la diversidad sexual y de género.

Soy un afortunado y por eso, no voy a dejar de pagar tributo por ese sacrificio hecho para mí. Gracias mujeres históricas, en las incongruencias profundas que la ley mantiene hoy en día se patetiza más todavía la necesidad de pagar ese tributo y luchar por la plena incorporación de los derechos de igualdad para todos y todas en nuestro país.

Nací un poco antes que tocara el bordón del SIDA y eso también explica el miedo de toda una generación de homosexuales a salir del closet, una generación a la que me pertenezco, aunque me haya constado reconocerlo. Soy de una generación de hombres homosexuales a los que las estrategias de cambio de comportamiento y uso del condón les han pasado por encima. Muchos de mis contemporáneos están infectados con el virus del VIH, precisamente y entre otras razones por esta, la homofobia, que internalizada en nuestros sujetos sociales opera con la misma violencia con la que lo hace desde fuera, cuando alguien nos grita en la calle o corremos riesgo físico. La salud, con excepciones sensibles, nos ha violentado estructural e históricamente por no reconoce la diversidad de nuestros cuerpos, la disidencia de nuestros cuerpos en un sistema bio-tecnológico y cultural al que se nos niega el ingreso desde el acceso y durante el cotinuum del tratamiento. Hay muchas barreras que romper para poder quitarnos el estigma del VIH de en medio, pero seguro que esto no pasa por evitar hablar del él, por evitar conocer cual es el golpe real de la epidemia entre nuestras poblaciones: Necesitamos investigación epidemiológica ahora.

En la actualidad, con los avances biotecnológicos y con el desarrollo de los modelos comunitarios de atención, en otros países, podemos decir que estamos en capacidad de ponerle fin a la epidemia, o por lo menos, declarar países con “cero SIDA”. El VIH es un dispositivo de control y violencia, por momento pareciera que se convirtió en un instrumento de castigo y corrección para personas disímiles y en esto, no puedo sino recordar una entrevista a Mario Bunge, hace un par de años, a propósito de recibir el premio nacional de ciencia en Argentina: el cambio social en buena parte le pertenece a la tercera vía, las ONGs tienen un rol fundamental que cumplir en el involucramiento directo de este cambio. Sin embargo estas han purgar una dinámica constitutiva y perniciosa que tiene que ver con la utilización de las poblaciones para el sostenimiento de una casta tecnoburócrata internacional. Es el momento de transparentar la gestión e incorporar a las comunidades en los puestos de toma de decisión y juntos provocar el cambio social. 

Quiero ser un actor de cambio social y creo que este deseo está recompensándose con este reconocimiento que hoy me otorga el Municipio de Quito. Confío y quisiera participarles con entusiasmo y certeza que la época en la que la epidemia era culpa nuestra, porque nuestras eran la prácticas está quedando en el pasado. De alguna manera, la impotencia que ha generado la poca eficacia de la respuesta ha devuelto dos cosas importantes: la primera es que esta estigmatización de la propia respuesta ha obligado a una comunidad vulnerabilizada y afectada por el VIH a enriquecer sus conocimientos y a utilizar la creatividad en un proceso nuevo que fortalece la respuesta médica, desde las realidades de las comunidades; por otra, como dice mi buen amigo Vincent Pelletier, militante positivo e histórico del movimiento homosexual francés: hay que transformar la ira en valor, la cólera en coraje. Dar le conocimiento a las comunidades para el cambio, el conocimiento es cambio.

Soy un marica militante de la respuesta al VIH. Soy un artista también. Tengo cólera por muchas cosas de la historia de mi pueblo, desde el coloniaje europeo pasando por la expresión fundamental de la opresión social y económica del capitalismo machista, la violencia. Lo escucho todos los días en la calle, la loca longa puta de mierda soy yo y claro, también la sidosa; ya es hora de que empecemos a quitarle esas palabras a quien nos agrede para vestirnos nosotras de ellas y transformar el epíteto en arma contra este fascismo que niega nuestro cuerpo femenino.

Este reconocimiento lo recibo con humildad y coraje, desde este espacio de resistencia que es la lucha contra el vih y por la restitución de los derechos de las personas de orientación sexual e identidad de género diversas, este premio, le corresponde a mis hermanas y hermanos con los que cada día sonreímos frente al absurdo dictamen fascista que nos niega, con Sandra Álvarez, con Rafael Garrido, con Ricardo Luna, con Cristina Jaramillo, con Sebastián Salazar, con Andrea Andino, con Andrés Buitrón, y todas y todos aquellos que compartimos este lazo de aguante y militancia humana que es la Inteligencia Comunitaria.

Gracias.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Imperativo Trágico


Esto es difícil: seguimos muriendo.

Los nuevos aires políticos que la Constitución de la República, que se fraguó en Montecristi en el año 2008, que viene impulsada por un movimiento ciudadano más progresista, o con más preguntas que el propio texto constitucional, empuja desde yace ya más de media década, no garantiza todavía la real participación y visibilización de los actores sociales. Más aún, y más allá de los candados constitucionales mediante los cuales las poblaciones LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgeneristas e Intersex) no equipara en fondo y forma derechos civiles básicos como la adopción, identidad de género o el matrimonio, está, por supuesto, el principio de no discriminación, aún en territorios parecidos a la época previa a la "descriminalización"de la homosexualidad. Seguimos muriendo, nos siguen matando.

En las dos últimas semanas del mes de agosto del presente año, llamadas telefónicas nos han dejado detenidos en el miedo. Generalmente para avisarnos de la muerte de un compañero o de su desaparición.

¿Qué ocurre cuando una persona a la que estás ligado, súbitamente, muere? Tratas de explicarte, tratas de no agredir su memoria, ni tu propia humanidad con elementos que vayan más allá de lo valioso y humano que habita en tu interior, tu afecto por él, por ella. Sin embargo, pasan un par de días y no puedes dejar de analizar los contextos y los símbolos que enmarcan los hechos que te destrozan.

Personalmente esto me hace pensar en aquella figura que nos cobija a todos los los homosexuales y miembros de las diversidades sexuales y de género, aquel sintagma que hace que nuestras madres sufran y por el que también comprenden finalmente y nos entregan su amor, al saber de nuestra realidad: el imperativo trágico: es lógico que muramos, es lógico que desaparezcamos, es lógico que nos maten: somos marginales: no somos normales.

Seguramente el dolor de los más cercanos y la nube de proactivismo positivo a la que nos obligamos para salir del estigma del imperativo trágico, en ciertos de nosotros, los activistas, los que damos la cara, nos hace tapar la realidad y re-significarla con silencios y sonrisas, gestos de amor como lo que la inteligente y sensible María Clara Bertini hizo por Andrés Buitrón, otorgándole silencio y respeto por su partida con cientos de globos de colores en la noche bulliciosa de la Plaza Foch, símbolo de las diversidades quiteña.

Lo cierto es que este imperativo trágico nos obliga a pensar, es un espejo cruel en el cual mirar nuestra realidad de seres socialmente marginales, excluídos, insultados por la comunidad en la que vivimos desde nuestros allegados hasta el Presidente de la República, cuya majestad presidencial no se des-coloca para referirse despectivamente a cualquier enemigo de manera homófoba o misógina. Sí, somos badeas, maricas, tortilleras, marimachos, y seguimos siendo víctimas de los asesinatos sociales. Nuestras muertes son violentas, pero la sociedad todavía no se violenta con nuestras muertes, porque muchos de nosotros, también otros, intentamos disfrazar el imperativo trágico.

Obras son amores, no buenas razones, decía mi abuela.

martes, 27 de diciembre de 2011

domingo, 18 de septiembre de 2011

Yo soy Malva Malabar


Letra León Sierra
Música Alex Alvear




 
Yo soy, soy, yo soy, ¿quién soy yo?

(hablado)
Abra la lata de tela sujeta de sus fracasos y conviértala en artefacto constructor; Disuelva rencor y encono, mánchelos de sueños burgueses y sírvase con la siniestra,
diestramente; 
Atribuya fracasos a teorías psicoanalíticas concéntricas, 
Mójese en dudosos errores pornográficos que desvirgan inocencia prometida; 
Sea promesa, sea no ser, sino imaginar en una superficie imaginaria del imaginario común.

Soy la educación
Soy quien decide no ser
Soy la educación
La del familión, 
la que se pone tacón
La que nació bien varón

Me gusta ser trendy sex
Aristocracia en pin up
Usar un bigote de rex
Y manejar
El mas grande camión que mi sexo no pueda imaginaaaar

(Hablado)
Sea la muñeca prohibida de la prensa rosa;
Cague y cague en la televisión renovada, 
Sea musa de director de cine, amante de productor, promesa mediática; 
Sea el sueño de su mujer, 
Sea como yo, víctima de su marido; 
Viva en el bigudí del estilista, en la portada de la revista, en las huellas que quedan en el papel couché.

Nunca soñé con ser la porno Star
Famosa con metidas de mano en el culo
Historias que me hacen desvariar
Mirar sinfines de lugares para retozar
Lo único que siempre deseé 
Es un programa en la ecuatoriana Te ve

O ser simplemente roquete
Dejar de lado el ballet
Ser una sexy roquete
Que me lustre todo el parquet
Hasta vivir en chalet

(hablado)
Mis gustos son sencillos, pero aprovechando que hay directores de cine y tv, ya les digo, mijos: no me voy a pintar hasta el coño para que ustedes no reaccionen y no me ofrezca un programa de televisión…! Vagos!



miércoles, 2 de febrero de 2011

Contracorriente/Undertow*

La resaca del cine gay
ⒸLeón Sierra Páez



La programación de Contracorriente en la parrilla comercial de OCHOYMEDIO es un gran acierto y esta afirmación está sustentada en el imparable éxito de este filme en varios festivales del mundo, incluidos dos de nuestras muestras más importantes: Cero Latitud y El lugar sin límites. Es una apuesta por construir una estética clara del cine posible para la audiencia posible y la que se desea crear y nutrir en nuestro medio.


Dos hombres en escena: guapos , exultantes de sexualidad. En estreno Contracorriente,
filme peruano de Javier Fuentes-León, este mes en OCHOYMEDIO.


La cinta del realizador peruano Javier Fuentes-León, ópera prima, es una delicada mirada sobre varios tópicos que el cine contemporáneo intenta enfrentar de varias maneras, sin el interesante acierto que posee esta cinta.

Género: Cine Gay. Y este temerario tag, que como cualquier taxonomía, encierra y congela, es superado en los límites del lenguaje audiovisual con herramientas técnicas –y con esto no me refiero a lentes o lámparas–, con las que abordan la narración homo erótica, se supera en retórica, poética y política. Suficientemente manoseado el tema de chico conoce a chico, una vez que incluso la parodia gay buddy movie ha empalagado y pervertido la imagen del cine mundial, presa de la ola mercantil del boom rosa, es en este estupendo filme cuando las transversalidades sociales y económicas le aportan la distancia suficiente para ser mirado con atención y gozo: dos hombres en escena de cama, guapos, exultantes de sexualidad logran un buen contrapunto con la norma pene-vagina-pose del misionero.

Es curioso que mientras más se discute en nuestro medio sobre la necesidad del mencionado cine de género, las cinematografías también emergentes como la peruana, nos dan claves certeras sobre el codiciado mito del género en cine. Una ghost movie, donde la visibilidad de un muerto es polisemia, dotando de otro significado a aquella otra visibilidad imposible del amor entre dos hombres. Así, perfectamente, puede el realizador hablar del otro género, el que nos interesa, el de la identidad de género, que manifiesta, pone en evidencia, devela una relación homosexual en un país de nuestra América.

La trama que entreteje, al mismo tiempo, sin justificar, estas dos ideas anteriores, y se agarra de otra hebra narrativa, el realismo mágico. Esto me recuerda a que Rauda Jamis, en la biografía de Frida Kahlo se esmeró en contar que cuando André Breton, el macho dominante del surrealismo mundial, autoproclamado gerente-propietario del movimiento artístico desde la metrópoli parisina, conoció la obra y la persona de la pintora mexicana, le dio la bienvenida oficial al surrealismo, a lo que ésta contestó con una sabia negativa: “Señor Breton, yo no soy surrealista, yo pinto mi realidad”. La realidad americana, donde un machismo atávico y católico campea con otro catolicismo del siglo veintiuno, ambos fervientes fustigadores del amor entre dos hombres, son paradójicamente personajes de una realidad que se brinda construida y estética a los ojos de un cineasta inteligente como Fuertes-León y de un espectador despierto que al mismo tiempo tenga el deseo de entregarse al placer de ver y verse a sí mismo desde un lugar de enunciación ubicuo y sorprendente.

Contracorriente es una refrescante resaca, curada con cebiche peruano, que nos libera de varias ataduras del cine de autor. Cine para disfrutar, cine sin complejos.



*Articulo publicado en OCHOYMEDIO.