sábado, 27 de junio de 2009

Espacios Escénicos
Una reflexión sobre la autocomplacencia y la ineficacia.*



En estos momentos, cuando las elecciones se han dado y más o menos sabemos a qué atenernos, más allá de la coyuntura que nos empuja a reflexionar, siempre desde la contingencia, así, en estas circunstancias, hablar sobre cultura, siempre tendrá un aspecto bifaz, y no como David Mamet quisiera con el cuchillo, llegar a tener tres usos.

Cuchillo de doble filo –entonces- las palabras que osan levantarse contra el status. Pero, ¡oh, qué gloria poder expresar los sentimientos cuando no se tiene comprada la posibilidad de hacerlo! Arriesgo pues el estoque crítico a riesgo de morir en el intento.

La primera reflexión viene de una seria constatación: La permanente y creciente incomodidad por ser partícipe de un sistema cultural que se obstina en la inmovilidad, pese a notables y, pareciera que, determinantes cambios en su institucionalidad: La creación de un Ministerio de Cultura; la voluntad política de un gobierno por priorizar la inversión en gasto social que incluya sin dudas la inversión en gasto cultural; la puesta en marcha de dicha institucionalidad a través del gasto de dicho presupuesto, de manera ordenada y estatal; y, cómo no, fundamentalmente, la creación, parece que con mucho empeño y arduo trabajo, además de parecer es el buque insignia del concepto gestor de la cartera estatal, del primer Sistema Nacional de Cultura.

Hasta la fecha palabras, palabras, palabras, como diría Hamlet, calumnias, amigo mío… y auque no haya aquí un maldiciente satírico, porque nos lo han cambiado tres veces -al ministro, digo, responsable de la política cultural-, sí que hay un fenómeno que toma poder como el más grande cliché que aparece cuando el estado toma la iniciativa sobre la inversión en cultura: los festivales, la festivalitis.

Es verdad que los festivales con los que contamos no han nacido con la era de la revolución ciudadana, sin embargo, se han convertido en un formato adecuadísimo para entregar los fondos represados en las arcas que administran los tecnócratas con aparente savoir-faire / know how que los artistas parece también que no poseen. Sin embargo, detrás de los afortunados ganadores de la última convocatoria del Sistema Nacional de Festivales (¡!), están artistas que por alguna extraña razón han colgado su hábito de monjes de la escena para ponerse –itinerantemente- el de gestores culturales que, en una carrera despiadada por la mayor astucia posible, han cubierto de pequeños y grandes festivales las cuadrículas del calendario de nuestro país, ciudades principales con preferencia.

Esta profunda contradicción de quienes gestionan el grueso del dinero estatal (léase aquí, sí, EL DINERO DE TODOS, no el que ya es, sino el que desde siempre ha sido) y, en una muestra de ociosidad que disfraza una nueva vestimenta de la antigua práctica clientelar - partidócrata, devela que no han diseñado una estructura que fomente la creatividad –de los gestores, ya no de los artistas-, sino que por el contrario, han amoldado un gigantesco parche de zinc, a modo de papel de aluminio, a unas denodadas prácticas de gestión, llamadas ampulosamente festivales, dotándolos de recursos estatales y por tanto de institucionalidad. Espacios que son en realidad anti-espacios, donde no se cuida la obra creadora de los artistas, por lo general ecuatorianos, pues a los extranjeros, más allá de los recursos, se los mima y paga a precio abismal en relación a nuestra paupérrima producción, sino que por el contrario sirven exclusivamente para lustrar la base de la idolatría que han formado alrededor del nombre de quien ha creado dicho festival.

Espacios, anti-espacios, donde los artistas viven comprando una fidelidad de intercambio, porque también tienen moneda para el trueque de programación, donde el criterio curatorial NO EXISTE, o de no necesitar sus existencia, como es el caso de los encuentros, no hay un concepto claro, técnico y artístico, para que dicho encuentro, devuelva a la obra creativa, el abono que su exhibición logra germinar.

Así, nos estamos acostumbrando a ver cada vez menos teatro, con temporadas fugaces de una o dos semanas, a trabajar arduamente por sacarle al ministerio una subvención (llámese premio, auspicio o proyecto), de cinco, diez, veinte, hasta valores en dólares con más de cuatro ceros, para luego botarlos en quince días de representación: pobres temporadas de teatro y luego pobres festivales que se ven enriquecidos con reestrenos y reposiciones, variaciones sobre un mismo tema de mediocridad y error estatal.

En otras carteras de estado vemos cómo se nacionalizan los recursos, o por lo menos, vemos que el estado es dueño de una importante parte de la inversión. En cultura, lejos de ver que el Estado tome las riendas de los espacios de gestión, ya que su política tecnócrata así lo ordena, vemos cómo aquellas y aquellos artistas que, en la oscura noche neoliberal, tomaron la gestión como un áncora de salvación para poder comer, han dejado de lado su trabajo creativo y este gobierno todavía no atiende su callada demanda. ¿Hasta cuándo?

Artistas sin espacios, arte de deshecho, festivales por doquier. ¿Sabían ustedes que el presupuesto de uno de los más importantes festivales que tenemos en Quito, es igual al presupuesto del Festival Escena Contemporánea de Madrid? La diferencia está, aparte del formato conceptual -que el festival europeo tiene y el de aquí no posee-, en que Madrid es una ciudad seis veces más poblada que Quito, con aproximadamente diez o veinte veces más espacios escénicos y muchísimo mejor dotados que aquí y por supuesto, con un gremio de artistas, otro de empresarios, otro de técnicos y otro de distribuidores y exhibidores que todavía falta por concretar en nuestra tierra. Pero no se preguntan ¿Cómo? ¿Cómo pagamos el mismo dinero que en Madrid? Creo que esa es una pregunta que deben responder las compañías nacionales, las peor pagadas en Ecuador.

Ese es el teatro que tenemos. ¿Sabía eso usted, señor Ministro?







*Publicado en la revista de crítica y Artes Escénicas EL APUNTADOR no 39

2 comentarios:

Javier Herce dijo...

Pasaba a saludarte...

León Sierra dijo...

siempre bienvenido...!