sábado, 8 de enero de 2011

viernes, 7 de enero de 2011

Lilith*

Puta entre las putas.
Manuela Romoleroux - Mariano Godoy

ⒸLeón Sierra (texto y foto)


“Moon will lead me on
Moon will guide us through
Moon will turn me on“
Lilith - Björk


La tradición judaica habla de una mujer primigenia, la primera mujer de Adán, la mujer que fue hecha como el hombre, a imagen y semejanza de Dios; la que se reveló en contra de su marido porque éste la obligaba al sexo en el suelo y al verse forzada, pronunció el nombre de dios y salió volando fuera del jardín del edén.

En lingüística, Lilith tiene raíces en lenguas ancestrales como el hebreo, donde su raíz denota retorcimiento, movimiento retorcido, noche, así, esta vuelta de la noche que por la noche vemos a la mujer dueña del artificio nocturno, nos sorprende en la puesta en escena donde Manuela Romoleroux tuerce su cuerpo inumerables veces mientras reza el texto de Jeremy Vagabundo.

Así, Lilith, puta del edén, mujer libre es, la voz de la mujer vetada, la presencia vaga de la mujer que en sueños roba el semen de los hombres que lo derraman tras sueños acalorados y así, el mito dice que Lilith engendra hijos y demonios; pero esta imagen vana de la mujer ladrona bruja no es sólo una imagen literaria. En la puesta en escena de La Petisa Babilonia, la ausencia absoluta de acciones es reemplazada por un bailar el texto. Yo adivino, luego, la completa simbiosis de esta diosa mitológica judaica con el trabajo corporal de Manuela Romoleroux que se retuerce y frena ante un texto de carácter lírico.

Podríamos preguntarnos por la acción dramática de esta obra y tardaríamos un buen tiempo en concretarla. Desde luego, la puesta en escena o el texto no son condescendientes con el espectador, piden un público despierto para decidir qué es lo que pasa mientras mira y escucha “"ojos bonitos / puedo llamarte ojos bonitos / puedo creer que tus ojos aún me miran / parpadeo / parpadeo lento / parpadeo lleno de gracia y de luz /de amores sin nostalgia y en secreto / sueño impreciso, solitario... / puedo llamarte ojos bonitos / puedo / ojos bonitos... / ausencia de ti, recuerdo que perdura, / miradas invisibles / mirada que antes fue alegría, mirada que ya no estás / que está pero no está / que estuvo / puedo / llamarte / ojos bonitos / puedo…”

Y es que me parece muy honesta la obra porque no juega con el espectador al eterno y barato juego de haga lo que yo haga, tú harás como que en el escenario están ocurriendo cosas, sino que de verdad ocurren. ¿Qué ocurre? Pues que una actriz atravieza unos textos y estos a su vez dibujan a la actriz que, ya hecha por el texto lo cuenta al público en unas ocasiones y en otras se lo dice al bandoneón y por ligeros momentos, se lanza a cerrar la cuarta pared y el monólogo crece en lo más ortodoxo que técnicamente puede ser, un soliloquio.

¿A quién le habla el actor del monólogo si no tiene a nadie?

Técnicamente hablando, un actor tiene que construir el interlocutor cada vez que procesa el texto en un ensayo o en el terreno de la representación. Puede tomar al público y subjetivarlo u objetivarlo con la intensión de dotar a la representación de una realidad plausible para el propio espectador, que recordemos, ha pagado una entrada para creerse una historia que de antemano sabe que es mentira. Pero que por mucho que milite en la convención, hay un límite para la verosimilitud. La objetivación del público es un buen ejercicio entonces para que la función representativa del teatro se cumpla casi por arte de magia y sin demasiado esfuerzo. Sin embargo, con Lilith Espíritu Libre, asistimos a un excelente ejercicio de actuación, donde la puesta en escena está al servicio de la actriz quien por momentos seduce al público y al músico y por momentos, se abstrae a la rigurosa creación del entorno lejano de aquella mujer que en los inicios de la mitología judía, dejó a un hombre por buscar el amor.

Excelente trabajo.



Artículo publicado en el revista de análisis escénico y crítica EL APUNTADOR n∘ 45

jueves, 6 de enero de 2011

La República Análoga*

Historia de nuestra manoseada historicidad.

Manuela Romoleroux y Gerson Gerra
ⒸLeón Sierra (texto y foto)




De la nebulosa aparecen los hacedores.

Las formas, las ideas que nos gobiernan las hacen los hombres (más que las mujeres, lamentablemente), sus sueños y sus recuerdos. Los gobiernos parecen entonces como gigantes juguetitos para niños caprichosos que recorren sus dominios destrozando los coches de hojalata, rasurando muñecas o ensuciando ropas recién planchadas que sus madres se esmeran en producir. Las madres, las hacedoras de las repúblicas.

Hombre ilustrados, mujeres que juegan al juego del macho -o sea, ser ilustrados-, mercachifles, depresivos y revolucionarios construyen la posibilidad del sueño, cada vez, por encima de atavismos y ganándole el pulso al monstruoso hombre capital, hombre historia, hombre barbarie y muchos submundos humanos que se revelan en el proceso histórico del devenir. Hombres y mujeres en un mercado del quehacer renovador, renovando nuevas cárceles para la vida. Repúblicas refundadas en ideas propias fracasadas. La noción del fracaso como arquitecto de nuestros sueños.

Ya en las tablas, una revisión que permite una producción cara: un mes y medio de trabajo creador, en algunos casos, un lujo y en otros, un extracto o esencia del trabajo necesario para montar una creación escénica. Felizmente, los navegantes de esta nave cuentan con buen recorrido y la travesía toca tierras sin percances y algún que otro acierto y genialidad. Se agradece la liberación endémica de una puesta en escena ya en desuso: artesanía que se retira, dejando paso a cuadros clásicos que se renuevan como un fondo de armario y que proveen a la propuesta de una limpieza muy refrescante.

El mestizaje actoral, donde los diversos procederes siembra un fértil ya campo de trabajo lleno de dificultades, augura un espectáculo simultáneo, actores intentando contar lo que tienen que contar y a su vez, intentando contarlo desde el consenso creador. Las imprecisiones son apenas baches que un camino casi en atajo (procesalmente hablando), muestran en resultado lo que dialécticamente es su proceder.

Apuntes sobre la visión de La República Análoga, última producción dramatúrgica y escénica de Arístides Vargas, hombre sensible y de nuestro tiempo, director del grupo Malayerba de Ecuador y gestor de este proyecto que junta a creadores de los grupos Guillermo Troncoso, Compañía El Árbol Danza-Teatro, Centro Cultural la Casa Murga, y La Trinchera de Manta y el propio grupo Malayerba de Ecuador.

Así, el programa iberoamericano de ayudas a la creación escénica, IBERESCENA, comienza aunque con lento paso de caracol su andadura en nuestro entorno. La República Análoga, de Arístides Vargas, es una de las tres producciones que se han otorgado en la pasada convocatoria y que cuentan con un integrante ecuatoriano como contraparte de la producción, requisito indispensable para su consecución.

Así, los creadores se suman paulatinamente a las políticas culturales que los gobiernos subscriptores de estos convenios, mejor creen para desarrollar un lenguaje cultural en diálogo.


Para saber más:
http://www.iberescena.org


*Artículo publicado en el revista de análisis escénico y crítica EL APUNTADOR n∘ 45