Mostrando entradas con la etiqueta inéditos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta inéditos. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de noviembre de 2019

El duelo

Ivan Aivazovsky

Un día, varios años después, lloré la muerte de mi padre. Fue una Epifanía, si se la puede llamar así, un encuentro mágico con el duelo. Ahora feliz, recuerdo con nostalgia esa dura representación de una versión de mí que no conocía.

Gustavo era un hombre bellísimo, un modelo de belleza. Literalmente. Delante de él, una copa de vino de cepa Malbec. A su lado, Martina,  de mirada suave, quizá por la presencia de Gustavo, intenta simplemente estar.

"El Malbec es una cepa gay, León". Él desliza una gota generosa de vino en su boca deliciosa y me mira lúbrico y divertido. Me cuenta que en su país que cuelga del Río de la Plata, quien pide Malbec, pide un vino suave, poco resistente a las papilas gustativas, pero profundo y antiguo. Hemos decidido tomar todos esa cepa, cuando han dejado que yo tome esa decisión.

No pude continuar la frase de respuesta que había empezado. "Mi padre era..." Mi cuerpo lloraba y yo, con la cabeza gacha simplemente, asustado, intentaba sencillamente no emitir sonidos.

- Perdonad, resolví alzando la mirada.
- No. Has llorado como un hombre, me dijo Gustavo, bajando la mirada y tomando la rodilla de Martina. Fugazmente, durante unos segundos, fueron la pareja que hace mucho no eran. Y que jamás volvieron a ser, por otro lado.

Descubrí que era mentira que mi padre no hubiese hecho una relación profunda conmigo.

Que la muerte era mentira, mentira, mentira.

viernes, 30 de marzo de 2018

Nube gris

En un momento prevenido
feliz
he recordado el frío
la ciudad trepidante
el sueño.

Trozos de avena para el desayuno
un canción de electropop
ánimos para un día nuevo
tal vez sea
el día
suerte deseada
inalcanzable
soledad.

Is so sweet to be with you
you are my silicone love.

Y la bicicleta
rodando por Madrid
un día de otoño.

domingo, 28 de febrero de 2010

Tigre de fuego

Astuto,
inteligente,
de mirada pérfida,
el tigre de fuego
se pasea seductor y risueño;
deja un rastro de aroma a niño
por su paso,
y sus manos acarician ingenuamente
lo que tocan.

He visto,
en un descuido,
cómo sus ojos,
se impregnaban de mí.

sábado, 9 de mayo de 2009

CORNUCOPIA

poema en ocho tiempos
madrid 2005

I

Quiero que comamos
frutos afrodisíacos
mi amor,
para que nuestras ganas
se junten
y podamos amarnos furiosos,
porque esta vez, amor,
olvidaremos que mañana
vendrá el destino
a arrancarnos la felicidad
y cuando luego
ya no nos tengamos,
habremos de saber que un día,
amor,
comimos
frutos afrodisíacos
para no olvidarlo.


II

Quiero ver tus labios
abriéndose al beso,
disfrutar de ese momento
en el que siento
la tibieza de tu resuello
convertido en el fuego
donde quemo mi vida
para devolverte en caricias
todo el volcán
que despiertas en mi.


III

Quiero nadar
en el mar de tu silencio,
quiero naufragar,
quiero encallar,
quiero ahogarme
y dejar
que mi cuerpo flote
o se hunda para siempre
en un delicioso momento
de muerte plena,
inundado por ti.


IV

Quiero beber
el agua que te hace,
quiero beberte
los líquidos que emanas,
que son tu savia,
que nacen de ti,
que se escapan de nacer,
que mueren
cuando salen
de tu piel y continente;
báñame de ti,
dame de tu fluido
y alimenta
mi garganta
que necesita
de ti;
méame,
escúpeme,
riega
tu semen
en mi piel,
lame mis labios en tortura
que parecen desiertos
cuando no estás cerca,
amor:
tu agua:
el manantial del sol.


V

Respira profundo, amor,
reten el aire en tus órganos,
mánchalo de ti,
deja tu apellido en él
y exhálalo en mis pulmones,
quiero olerte
como cuando me duermo
en tus sobacos,
presa
del dulce amor que me convoca
desde tu olor;
tus pliegues,
amor,
dobleces fragantes donde viviría feliz,
mi hipoteca,
amor,
son tus olores,
mi cuenta corriente
–más corriente que nunca-,
sin saldo fijo
vas incrementándola
aquellos días
de Segio Tachinni y vida puesta en tu piel,
aquel olor
que me da la dicha,
y me la quita.


VI

Y entre carne y fruta,
amor,
vamos a parar,
alguna vez,
para leer poemas.


VII

Golpéame,
convierte mi carne
en un campo de batalla;
rómpeme los huesos
y el cuidado
que mi madre puso en mí,
con tus puños,
con tus uñas
y tus dientes,
quiero ver la sangre
que intuyo
está ardiendo
bajo mis pezones
cuando te acercas
a morderlos;
ahógame,
destrózame si puedes,
necesito saber que existes,
y morir
-o sentir morir-
entre tus manos.


VIII

Ya solo falta,
extenuados y golosos,
descansar
en las sílabas mágicas
de un te amo
que huele
y sabe
y siente
a todo aquello
que la cornucopia ha traído,
como cuando ayer,
en el regazo de tu cama
lo repetí tres veces:
te amo,
te amo,
te amo...
y todo mi ser
se precipitó
en pánico.