domingo, 14 de junio de 2009

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Súbitamente, en un semáforo, me he puesto a llorar.

Ha sido después de ir al supermercado y llenar el coche de cosas familiares, de la familiaridad de la vida, la que se ha compartido. Me hablaba Emilia, de su novio Nicolás, de cómo se levanta más temprano que ella y espera hasta las diez para levantarla con el desayuno.

Ellos tan solo tienen veintitrés años.

En el supermercado, el cajero me ha sonreído demasiado... eso, el vacío de la calle, las luces de un megacine que han construido en dos meses, la tarde gris... la ciudad derrumbándose entre mis ojos ha disparado un dolor antiguo.

Dolor sin razón, dolor de amor.

La ciudad me inunda.





2 comentarios:

Gabipallares dijo...

Ese es dolor intenso, que uno esquiva mientras puede. Si dejas de escaparte, si dejas que te inunde, dale un plazo: que lo haga de una vez, y se vaya de una vez!

León Sierra dijo...

Son las palabras más certeras que nadie me ha dicho hasta ahora, gracias Gape... gracias. Intentaré.