martes, 24 de noviembre de 2009

Sólo los heteros van al cielo




invitado: Roy Sigüenza*




Cuando tocan la puerta de mi departamento los atiendo, soy cortés con ellos, pero apenas comienzan a usar “la palabra de Dios” para que sepa de cuanta verdad son portadores, no lo resisto y les digo que, ciertamente, no estoy interesado en salvar mi cuerpo ni mi alma - ¿salvar de qué?-, que no quiero ir al cielo, que aquí, bien o mal, me consto, soy lo que soy.

Con estas expresiones que, creo, no esperan, doy por zanjada la imprevista visita.

Unas veces son Testigos de Jehová, otras Evangélicos de no sé qué Congregación, diferentes los unos de los otros, pero en el fondo, iguales: buscan compañeros de viaje, que vayamos al cielo o al Paraíso, aquella pradera soleada y verde-verde donde el león juega con el gato casero, las personas ríen contentas de no llevar dentaduras postizas, y siempre, siempre, hay fruta disponible -aunque más uva y sandía. Ellos, los mismos, a quienes tanta buenaventura los espera después de la muerte, no aman a los homosexuales. Su prójimo es heterosexual, a quien, su Dios, bendice

Aunque en esto se parezcan a los católicos, no he sabido de casos de pedofilia entre ellos – ése hábito irreprimible en la jerarquía y el cimiento de su Iglesia-, lo cual no quiere decir que no ocurran aunque, probablemente, los ocultan mejor. Y de eso se trata, de ocultar, de la práctica del ocultamiento o, lo que es lo mismo, de conducta hipócrita con lo que un amigo, que se sabe bisexual llama, irónico, “la veracidad de la vida”. En este punto, creyentes y oficiantes, de todos los tonos, dan por hecho que el heterosexual es veraz, pero el homosexual no, aunque el hombre y la mujer homosexual históricos -digamos- acechen y los contradigan.

Estos visitantes voluntariosos que golpean mi puerta buscando mi salvación y que, post morten, vaya con ellos a su Cielo/Paraíso de postal, como informa El Universo, marcharán “el 22 de noviembre para oficializar su campaña de recolección de firmas con las que exigirán a la Asamblea que reforme la Constitución en los artículos que, a su criterio, favorecen la homosexualidad”. Irán allí “Dirigentes evangélicos de las Asambleas de Dios”, dice la nota de prensa. Otra vez en el nombre de Dios, de quien se dice es “amoroso y comprensivo”, se azuza el odio y se estimula la intolerancia en contra de seres humanos cuyo mérito es eso mismo que a estas personas incomoda: ser diferentes.

Con esta actitud los asambleístas de Dios no harían mal en exigir que la Asamblea también reforme la Constitución en los artículos que favorecen la libertad de culto y establezca, como único permitido, el que ellos practican porque deben creer que es el culto verdadero, el que goza de “la confianza de Dios”. Los otros, los diferentes, no. La intolerancia, irrazonable y ciega ante lo que no comprende ni quiere comprender, no debería imponerse límites, digo yo. No sé Ud.



*Roy Sigüenza (Portovelo, 1958) Poeta y cronista. Es autor de Cabeza quemada (1990), Tabla de mareas (1998), Ocúpate de la noche (2000), La hierba del cielo (2002), Cuerpo ciego (2005) y Abrazadero y otros lugares (2006). Consta en la colección Estafeta del viento (antología de la poesía ecuatoriana del siglo XX, Visor, Madrid, 2006). También están los libros de crónicas ¿Y vieron bailar el charlestón a la “Chiva” Marina? (1991) y Portovelenses S.A. (1999).

1 comentario:

wAlter diEgo dijo...

Qué buen texto brother... Y decían a principios del siglo pasado que este país era laico... jajaja, cuándo será que esta gente se deje de meter en la vida de los demás!... Hace dos semanas fue muy hilarante ver en un programa del Jorge Ortiz a un juez vs. un pastor hablar sobre esta ley... era realmente inútil, mientras el uno hablaba de la ley formal y derechos humanos el otro hablaba de la ley de dios y el infierno... triste, triste.

Saludor hermano aquí te dejo un link http://walterdiego.blogspot.com/2009/01/more-mn.html