sábado, 9 de mayo de 2009

CORNUCOPIA

poema en ocho tiempos
madrid 2005

I

Quiero que comamos
frutos afrodisíacos
mi amor,
para que nuestras ganas
se junten
y podamos amarnos furiosos,
porque esta vez, amor,
olvidaremos que mañana
vendrá el destino
a arrancarnos la felicidad
y cuando luego
ya no nos tengamos,
habremos de saber que un día,
amor,
comimos
frutos afrodisíacos
para no olvidarlo.


II

Quiero ver tus labios
abriéndose al beso,
disfrutar de ese momento
en el que siento
la tibieza de tu resuello
convertido en el fuego
donde quemo mi vida
para devolverte en caricias
todo el volcán
que despiertas en mi.


III

Quiero nadar
en el mar de tu silencio,
quiero naufragar,
quiero encallar,
quiero ahogarme
y dejar
que mi cuerpo flote
o se hunda para siempre
en un delicioso momento
de muerte plena,
inundado por ti.


IV

Quiero beber
el agua que te hace,
quiero beberte
los líquidos que emanas,
que son tu savia,
que nacen de ti,
que se escapan de nacer,
que mueren
cuando salen
de tu piel y continente;
báñame de ti,
dame de tu fluido
y alimenta
mi garganta
que necesita
de ti;
méame,
escúpeme,
riega
tu semen
en mi piel,
lame mis labios en tortura
que parecen desiertos
cuando no estás cerca,
amor:
tu agua:
el manantial del sol.


V

Respira profundo, amor,
reten el aire en tus órganos,
mánchalo de ti,
deja tu apellido en él
y exhálalo en mis pulmones,
quiero olerte
como cuando me duermo
en tus sobacos,
presa
del dulce amor que me convoca
desde tu olor;
tus pliegues,
amor,
dobleces fragantes donde viviría feliz,
mi hipoteca,
amor,
son tus olores,
mi cuenta corriente
–más corriente que nunca-,
sin saldo fijo
vas incrementándola
aquellos días
de Segio Tachinni y vida puesta en tu piel,
aquel olor
que me da la dicha,
y me la quita.


VI

Y entre carne y fruta,
amor,
vamos a parar,
alguna vez,
para leer poemas.


VII

Golpéame,
convierte mi carne
en un campo de batalla;
rómpeme los huesos
y el cuidado
que mi madre puso en mí,
con tus puños,
con tus uñas
y tus dientes,
quiero ver la sangre
que intuyo
está ardiendo
bajo mis pezones
cuando te acercas
a morderlos;
ahógame,
destrózame si puedes,
necesito saber que existes,
y morir
-o sentir morir-
entre tus manos.


VIII

Ya solo falta,
extenuados y golosos,
descansar
en las sílabas mágicas
de un te amo
que huele
y sabe
y siente
a todo aquello
que la cornucopia ha traído,
como cuando ayer,
en el regazo de tu cama
lo repetí tres veces:
te amo,
te amo,
te amo...
y todo mi ser
se precipitó
en pánico.

No hay comentarios: