miércoles, 28 de enero de 2009

El afinador del charango

león sierra páez

No recuerdo bien cuándo empecé a trocar mi prematuro sentido crítico –y muy snob, ciertamente- por la conmoción vibrante de ciertas melodías a las que mal llamábamos panfletas, cursis, y hasta reaccionarias, aquellos que pugnábamos por un purismo ultra de una izquierda que ya dibujaba, en futuro, el presente tristemente preso de una práctica partidócrata en la que agoniza irremisiblemente ahora.

En esa esquina del tiempo, Galo Mora, se vestía de esa música más humana, más real y sinceramente más cercana a la urbe y el campo ecuatoriano de esa misma época; sin embargo, qué amarga la distancia de ciertos de nosotros, modernos de cafetín, en la negación constante de empatizar con lo cholo, lo popular, lo nacional que constantemente escuchábamos en la rockola y la radio.

Lo que sí recuerdo, y muy claro, es un nebuloso artículo, que por medio de símbolos daba cuenta de la gestión cultural del actual gobierno desde la coyuntura de la creación del Ministerio y las primeras decisiones políticas, que en estricta performática, se jugaban como acciones de inclusión positiva y de reconstrucción del imaginario cultural de este país. La nominación de Antonio Preciado y posteriormente la de Mora, al frente de esta Cartera de Estado, aparecían en el citado ejercicio literario (y en otro justamente previo, del mismo autor), como palos de ciego que el gobierno, y un oscuro lobby de desgastados izquierdosos de los años setenta, impulsaba y con el que se quería atinar, desatinadamente, a otra política cultural necesaria (y parece que meridianamente clara para el autor), muy lejana a esta, que es la que contamos ahora, la misma de antes. Me parece que el ejercicio literario se llamaba algo así como Autopsia -o Anatomía- de un Charango, en una clara alusión a los orígenes musicales del Ministro Mora. Se publicó en la Internet.

Por cierto que el autor mencionado es firma de opinión de este periódico en la actualidad, se llama Xavier Andrade pero se hace llamar “equis” y es el intelectual de moda.

Supongo que si en lugar de la autopsia del instrumento andino, el articulista se hubiera enfrentado a la anatomía de un sintetizador o quizá a la de un theremin, se hubiese autocensurado. El arribismo intelectual y el denodado chauvinismo criollo, que eleva a categoría de axioma y modus operandi la tecno-burocratización de la gestión cultural, se alza como el decálogo de este fashionista de la pluma.

En Carondelet, junto a Correa y ya un poco lejos del Ministerio de Cultura, Galo debe de sentirse un poco triste, no tengo la menor duda; pero aún así, tampoco pienso que miente cuando firmemente asiente que está convencido de su tarea en este gobierno y que eso re-simboliza en cierta forma su nostalgia de música.

Yo, para confortarlo un poco, le quiero confesar que, cuando coincidí en las oficinas del Ministerio bajo su batuta, adquirí de boca de esos entornos (a los que me pertenezco también, mea culpa), un mote que me denigraba por aquella coincidencia. Sin embargo, por deseo, por honestidad, me apropié del apodo y me rebauticé, con enorme afecto: Yo soy, con alegría, el afinador del charango con el que el ministro toca.