viernes, 17 de julio de 2015

Premio Patricio Brabomalo 2015

He recibido el Premio Patricio Brabomalo a la trayectoria de lucha en las comunidades LGBTI, otorgado por el H. Concejo Metropolitano de Quito. Aquí mis palabras en al recibir el premio.



“Mijita, el bolero es una cosa, el pasillo es otra, pero el tango, el tango sí que dice la verdad.”
La abuela Margoth, abuela de mis primas guayacas.

“No,
no puede ser que viva así,
con este amor clavado en mí
como una maldición. “
José María Contursi, En esta tarde gris.


Hace apenas una semana, cuando me enteré de la distinción que el Concejo Municipal me otorgaba, escribí un texto más o menos largo en la marea confusa de las redes sociales. En él, me declaraba el hijo del la lucha; el hijo de la lucha por el amor a la humanidad, a la justicia, a los obreros, a los campesinos, a las mujeres, y claro, no lo sabíamos, a los maricas, a los marginales de siempre, a las lesbianas invisibles que no pueden hablar todavía y ahogan sus palabras con ojos cristalinos, a las mujeres transfemeninas que mueren y han muerto en manos odiadoras, a los hombre transmasculinos que siguen siendo violados en la clínicas de tortura que hay en este Ecuador que recibió al Papa de los católicos. Le hablaba a mi madre, la mujer que me enseñó, junto a mi padre, la militancia por al transformación social y quizá hoy tenga la oportunidad de subtenderlo entre las personas que me escuchan.

Fui un niño uranio que inconscientemente y sin violencia, se negaba al futbol, mientras vestido del uniforme del equipo de la Escuela de Demostración, del Normal Superior No. 1, luego Normal Superior Jaime Roldós Aguilera, en su patio de arena brillante, me recosté el día del primer partido de la temporada a dormir un sueño perfecto, enredado en la maravillosa forma que mi pie había dado a la tierra y que parecía una caracola marina. 

Fui un niño feliz en una infancia que transitaba, sin saberlo, teñido de la mirada saturniana, influencia de una fuerza poderosa que había nacido conmigo y oculta crecía en mi interior, como una larva voraz pronta a encapsularse para la metamorfosis. La sombra solitaria del amor aparecería luego, como un juego, al mismo tiempo que a cualquier adolescente le ocurriera y con igual fuerza magmática, solo que con un color singular, diferente, raro.

Luego, vino el salir del país para estudiar, y sin darme cuenta, vivir una vida en libertad, en un país donde ya se advertía que todos los derechos caerían como un gigante dominó, restituyéndose a las comunidades de personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, uno a uno, derechos civiles equiparaba la calidad de ciudadanos a todos y todas. En el Ecuador de 1994, la homosexualidad era un delito. Cambié mi necesidad de salida por deseo de quedarme y así, sin violencia, inauguré una etapa de mi vida que, en las condiciones actuales, he llegado a comprender que fue un autoexilio. España, pues, fue un lugar en tránsito amable, hasta que la gran crisis de 2008.

Mientras yo vivía feliz e ignorante fuera de un país en violencia, mis hermanas travestis, mis hermanas transfemeninas, fundamentalmente, protagonizaban con sus cuerpos, la lucha física por la reivindicación de la igualdad y conseguían en Ecuador, la despenalización de la homosexualidad masculina, hija legítima de un bienintencionado pero vergonzante fallo del Constitucional que invisibilizaba, de un plumazo a toda la diversidad sexual y de género.

Soy un afortunado y por eso, no voy a dejar de pagar tributo por ese sacrificio hecho para mí. Gracias mujeres históricas, en las incongruencias profundas que la ley mantiene hoy en día se patetiza más todavía la necesidad de pagar ese tributo y luchar por la plena incorporación de los derechos de igualdad para todos y todas en nuestro país.

Nací un poco antes que tocara el bordón del SIDA y eso también explica el miedo de toda una generación de homosexuales a salir del closet, una generación a la que me pertenezco, aunque me haya constado reconocerlo. Soy de una generación de hombres homosexuales a los que las estrategias de cambio de comportamiento y uso del condón les han pasado por encima. Muchos de mis contemporáneos están infectados con el virus del VIH, precisamente y entre otras razones por esta, la homofobia, que internalizada en nuestros sujetos sociales opera con la misma violencia con la que lo hace desde fuera, cuando alguien nos grita en la calle o corremos riesgo físico. La salud, con excepciones sensibles, nos ha violentado estructural e históricamente por no reconoce la diversidad de nuestros cuerpos, la disidencia de nuestros cuerpos en un sistema bio-tecnológico y cultural al que se nos niega el ingreso desde el acceso y durante el cotinuum del tratamiento. Hay muchas barreras que romper para poder quitarnos el estigma del VIH de en medio, pero seguro que esto no pasa por evitar hablar del él, por evitar conocer cual es el golpe real de la epidemia entre nuestras poblaciones: Necesitamos investigación epidemiológica ahora.

En la actualidad, con los avances biotecnológicos y con el desarrollo de los modelos comunitarios de atención, en otros países, podemos decir que estamos en capacidad de ponerle fin a la epidemia, o por lo menos, declarar países con “cero SIDA”. El VIH es un dispositivo de control y violencia, por momento pareciera que se convirtió en un instrumento de castigo y corrección para personas disímiles y en esto, no puedo sino recordar una entrevista a Mario Bunge, hace un par de años, a propósito de recibir el premio nacional de ciencia en Argentina: el cambio social en buena parte le pertenece a la tercera vía, las ONGs tienen un rol fundamental que cumplir en el involucramiento directo de este cambio. Sin embargo estas han purgar una dinámica constitutiva y perniciosa que tiene que ver con la utilización de las poblaciones para el sostenimiento de una casta tecnoburócrata internacional. Es el momento de transparentar la gestión e incorporar a las comunidades en los puestos de toma de decisión y juntos provocar el cambio social. 

Quiero ser un actor de cambio social y creo que este deseo está recompensándose con este reconocimiento que hoy me otorga el Municipio de Quito. Confío y quisiera participarles con entusiasmo y certeza que la época en la que la epidemia era culpa nuestra, porque nuestras eran la prácticas está quedando en el pasado. De alguna manera, la impotencia que ha generado la poca eficacia de la respuesta ha devuelto dos cosas importantes: la primera es que esta estigmatización de la propia respuesta ha obligado a una comunidad vulnerabilizada y afectada por el VIH a enriquecer sus conocimientos y a utilizar la creatividad en un proceso nuevo que fortalece la respuesta médica, desde las realidades de las comunidades; por otra, como dice mi buen amigo Vincent Pelletier, militante positivo e histórico del movimiento homosexual francés: hay que transformar la ira en valor, la cólera en coraje. Dar le conocimiento a las comunidades para el cambio, el conocimiento es cambio.

Soy un marica militante de la respuesta al VIH. Soy un artista también. Tengo cólera por muchas cosas de la historia de mi pueblo, desde el coloniaje europeo pasando por la expresión fundamental de la opresión social y económica del capitalismo machista, la violencia. Lo escucho todos los días en la calle, la loca longa puta de mierda soy yo y claro, también la sidosa; ya es hora de que empecemos a quitarle esas palabras a quien nos agrede para vestirnos nosotras de ellas y transformar el epíteto en arma contra este fascismo que niega nuestro cuerpo femenino.

Este reconocimiento lo recibo con humildad y coraje, desde este espacio de resistencia que es la lucha contra el vih y por la restitución de los derechos de las personas de orientación sexual e identidad de género diversas, este premio, le corresponde a mis hermanas y hermanos con los que cada día sonreímos frente al absurdo dictamen fascista que nos niega, con Sandra Álvarez, con Rafael Garrido, con Ricardo Luna, con Cristina Jaramillo, con Sebastián Salazar, con Andrea Andino, con Andrés Buitrón, y todas y todos aquellos que compartimos este lazo de aguante y militancia humana que es la Inteligencia Comunitaria.

Gracias.

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