domingo, 18 de julio de 2010

URDINARRAIN*

El realismo bizarro del interior argentino.

En Buenos Aires, antes de la crisis y después, como bisagra surgió lo que en los noventas se dio en llamar nueva dramaturgia. Un puñado de dramaturgos jóvenes que bajo la sombra de prolíficos y establecidos maestros como Mauricio Kartún o puestitas ahora ya institucionalizados, pero que en su momento sacudían los andamios que sostenían las sólidas tablas porteñas como Rubén Szuchmacher, construyeron un movimiento teatral que propuso, sobre muchas otras cosas, un nuevo constructo epistémico para entender la escena, desde el texto: rupturas de espacio-tiempo, lógica, juego surreal, combinado con un realismo sucio de la urbe y el campo que Buenos Aires vomitaba en su cotidianidad de medialunas y subte.

Para lectores letrados, esta introducción puede sonar excesiva, pero creo que es bueno recordar para poder hablar desde la historia y no desde la sencilla inocencia.

Hernán Morán, autor y director de Urdinarráin, obra que pudimos ver en nuestra última y corta estancia en el puerto, no es ajeno a esta historia. Sin embargo, es más joven y sus intereses, sospecho, están girando ciento ochenta grados por sobre los pasos de sus contemporáneos del teatro bonaerense. Cuando digo esto, pienso no en desandar un camino nutrido de todo lo que han aportado teatristas contemporáneos como Rafael Spregelburd, Marcelo Bertuccio, Javier Daulte o Gabriela Izcovich, por nombrar algunos de los más internacionales, sino que lleva consigo una mirada crítica y el equipaje lleno de aquel imaginario, pero resimbolizado en una dramaturgia más justa con las viejas convenciones, el “buen teatro“.
Urdinarrain es de un plot sencillo, en un pueblo de Entre Ríos, cinco hermanas, Silvia, Ramona, Amabelia, Cati y Nilda, se juntan cada invierno en su casi abandonada casa de la infancia. Allí llevan a cabo rituales que año a año repiten: airean la ropa de sus padres ya muertos, clasifican fotos durante horas, planean cómo arreglar el jardín en el desayuno, ventilan reproches vestidos de buenos recuerdos en el almuerzo y en la cena reafirman su status sabiendo perdonar. Lisandro, el hijo de una sexta hermana que vive en medio del campo, llega con malas noticias, él no iba a esa casa desde que tenía diez años y las historias que giran en torno a su familia parecen casi de literatura fantástica. La inesperada visita interrumpe el atávico ritual de estas hermanas y se complica cuando una tormenta impide la vuelta del chico al campo. La convivencia se vuelve obligada. El pasado se reaviva y las incógnitas sobre el presente y el futuro se hacen intensas. Pero la verdad, tan inevitable como la muerte, se encargara de encausar lo inevitable.

La historia, nos recuerda a una más poblada Hay Que Deshacer la Casa, de Sebastián Junyent, la estética es declaradamente almodovariana en Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios e incluso diría que la narrativa se asemeja, parafraseando, a La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca; sin embargo, Urdinarrain, es nueva. Y quizá la honestidad, la sencillez y sobretodo la implicación que el autor/director y sus actrices hacen de la realidad del interior argentino, hacen de este montaje una obra universal.
Una obra femenina escrita por una mirada joven. Iba a escribir masculina, pero creo que el autor de la obra, hace uso del desprecio a la identificación, en arreglo a la sana implicación, más humana, menos de señoras de la beneficencia. Un autor hombre escribiendo desde la raíz de lo femenino. Una obra que habla de la mujer argentina, precisamente yéndose a un pueblo de la provincia de Entre Ríos para devolver una mirada más real. O más miradas, muchas miradas… las miradas de todas las mujeres del interior, que habitan las ciudades de nuestro continente.

Este espectáculo formó parte del evento: Fiesta del Teatro de la Ciudad de Buenos Aires 2009 organizado por el Instituto Nacional de Teatro. Durante el año dos mil nueve realizó funciones en el teatro La Carbonera, y reestrenó en la misma sala en mayo pasado.

Sería una necesidad aquilatada que los programadores de los festivales ecuatorianos se planteasen traer a este excelente espectáculo para sus próximas ediciones.


*Publicado en la revista de crítica y Artes Escénicas EL APUNTADOR no 44
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