sábado, 29 de marzo de 2008

El compás de aluminio

Es muy bonito volar.

Nadie, ni siquiera los hombres que trabajan en aviones pueden dejar de mirar extasiados la escotilla del avión cuando este gira, invirtiendo sus alas como un compás que se queda estático mientras la tierra gira, abajo.

Hoy lo pensaba mientras volaba en un vuelo doméstico de apenas treinta y cinco minutos.

Una ciudad cálida y bizarra color ladrillo y latón giraba por la escotilla izquierda donde se había sentado un tripulante que antes se había persignado tres veces seguidas, cuando los motores empezaron a empujar aquellas toneladas de aluminio y la pista se venía hacia atrás de forma continua y violenta.

Aire y tierra, y sensación de fuerza. Mi cuerpo suspendido en el aire, el bolso con el ordenador portátil, todo el peso de los recuerdos también volando, de un lugar a otro. Ahora mismo otro recuerdo.

Cuando era niño, me encantaba viajar sólo por el hecho de volar.

Ahora ya no soy un niño.

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